descargar pdf - Comunidad de Madrid
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210comunicacionescionales. Y está claro que, en principio, es mucho más cómodo y fácil maleducar que «educar»,precisamente porque educar implica «co-accionar» (implicación personal y colectivaen la tarea), molestarse para dirigir en un sentido y no en otro castigando o premiando(es más trabajoso obligar a un hijo a cepillarse los dientes que estar tumbado en elsillón).Por tanto, ¿De qué sirve que un sujeto «entienda» o «se conciencie» <strong>de</strong> lo que esla solidaridad, la justicia y la libertad, la fraternidad, la igualdad (aunque sea genéricamente)si en realidad no respeta ni a sus propios padres, si no «estudia» y se envicia enla pereza, <strong>de</strong>rrochando el dinero-trabajo <strong>de</strong> muchos ciudadanos?El <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong> la naturaleza etológica <strong>de</strong>l impulso (premios y castigos) enlas normas éticas, o la falta <strong>de</strong> «presión grupal» en las normas morales, pue<strong>de</strong> conducir al<strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> su «reforzamiento» en nombre <strong>de</strong> una espiritualista «toma <strong>de</strong> conciencia subjetiva».Se presupone que obligar con disciplina a que se cumplan ciertas normas es «autoritarismo»,y dicha postura se mantiene <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una concepción metafísica e i<strong>de</strong>ológica <strong>de</strong>la «<strong>de</strong>mocracia». Pero dicha concepción es una fuente peligrosísima <strong>de</strong> distaxia social.En una sociedad consumista e individualista como la nuestra, en la que la mayoría<strong>de</strong> los niños y jóvenes son maleducados en la abundancia, regalándoles pródigamente todolo que quieren y sin exigirles nada a cambio (presuponiendo que ya son «consumidores»plenos <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho), es muy difícil que adquieran comportamientos que se rijan por la generosidadética o la justicia moral, pues no se suelen aplicar correctamente los «impulsos» que<strong>de</strong>ben guiar su conducta. Con razón dice Rafael Azcona que en los países pobres no existela «adolescencia», la «edad <strong>de</strong>l pavo», que es una edad en la que se mantiene cada vez mástiempo a los jóvenes malcriados en la inopia intelectual y personal.Hace al menos 2500 años que se vienen planteando estas cuestiones relacionadascon la pedagogía. En el siguiente texto <strong>de</strong> Aristóteles ya se tratan las diferenciasentre el «contenido» <strong>de</strong> las normas (que pue<strong>de</strong>n adquirirse a través <strong>de</strong> la enseñanza o elrazonamiento) y el «impulso» (que en las normas éticas tiene que ver con los premios ylos castigos), que son <strong>de</strong>terminantes a la hora <strong>de</strong> implantar los «hábitos» y normas <strong>de</strong>que consta nuestra vida en su mayor parte:«Ciertamente, si los razonamientos solos fueran bastante para hacernos buenos,sería justo (...) que nos reportaran muchos y gran<strong>de</strong>s beneficios, y convendría obtenerlos.De hecho, sin embargo, tales razonamientos parecen tener fuerza [motivación se