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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

su casa, más triste. Miró la cosa redonda sobre la mesa del living. Se sintió desamparado, solo. Tomó<br />

la carta y salió de su casa. Tuvo miedo de no recibir respuesta. Al llegar al correo vio que estaba<br />

cerrado. Miró su reloj y supo que era domingo ¿Cómo podía ser que estuvieran abiertas las librerías?<br />

Recorrió las librerías nuevamente y comprobó con angustia que todas estaban cerradas. Pero él<br />

recordaba haber entrado esa misma mañana en esas mismas... Sintió <strong>un</strong> mareo súbito.<br />

Volvió a su casa y se recostó en la cama. El ruido, proveniente del living. Vio, al llegar, sólo <strong>un</strong><br />

<strong>escarabajo</strong>. Se sintió aliviado. La cosa redonda permanecía en su sitio. De niño había sufrido tanto,<br />

esperando en el zaguán... se entretenía viendo pasar los <strong>escarabajo</strong>s. Ellos eran tan pequeños...<br />

desesperado en su delirio de distancia se le habría el corazón con terremotos de pena ¿Por qué no<br />

ser <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> y vivir sin pensar hasta que la nada nos alcance?, se lamentaba Juan. El hombre<br />

sufre tanto... igual se muere... ¿por qué no ser <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong>?<br />

Recostado en la cama pensó que si fuera <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> no tendría que llevar esa carta, no<br />

tendría que esperar la respuesta, no tendría que sufrir. Se quedó inmóvil, con los ojos huecos y<br />

mojados, con el corazón envuelto calesita de cristal ¡oh la enorme tristeza! ¡Oh la tristeza! Y él era<br />

apenas <strong>un</strong> impotente espectador. Juan, el siempre Juan, se dibujaba en las paredes solitarias; con la<br />

fantasía, con dos <strong>escarabajo</strong>s por ojos y con <strong>escarabajo</strong>s en la piel. Luego <strong>un</strong> enorme <strong>escarabajo</strong><br />

aparecía, figurado con las manchas. Quiso pintar esas paredes.<br />

Mañana llevaría la carta, buscaría el libro, compraría pintura. Con el rodillo iba a ser fácil<br />

borrar aquellas manchas para siempre. Pero iba a ser difícil borrar las manchas de su corazón... tal<br />

vez con la carta. La felicidad es <strong>un</strong> remedio maravilloso, porque su carencia es la causa de nuestros<br />

males... ¿o tal vez la consecuencia? Se quedó confuso con estos pensamientos... ya no tenía el libro<br />

de argidectura.<br />

El domingo pasó largo, como <strong>un</strong> espectro ¿Si muriese mañana? Se angustió. Sintió frío.<br />

Temió no soportar las horas. El domingo le dolía, le caminaba por la piel. Cuando era niño los<br />

domingos a la tarde lo deprimían, y a medida que se acercaba la noche <strong>un</strong>a enorme tristeza se<br />

apoderaba de él. Y ahora, sentía difícil la respiración y suspiraba.<br />

Juan, el siempre Juan, lloraba en la tarde blanca ¿Por qué tantos recuerdos? Y los ojos<br />

aquellos parecían mirarlo en el silencio, desde cualquier lugar, desde algún lugar, desde todos los<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 12

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