Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />
CAPÍTULO LI<br />
Viaje<br />
El otoño vivía en esa noche morib<strong>un</strong>da, solo, como él, como la playa donde tantas veces<br />
ella y él habían caminado; ahora estaba vacía, ya con la noche en retirada, con el dolor<br />
transformado en arena, en imposible arena mojada, en terrones de arena. La playa, que<br />
había sido escenario de las conversaciones, de las promesas, las que florecen con la noche y se<br />
marchitan luego, como se borran las estrellas cuando el sol acaba con las constelaciones y los<br />
sueños; ahora era la perfecta imagen de su alma, sola, mojada, triste, olvidada de los pasos. Pero al<br />
fondo de la luz, existen, siempre existen las estrellas. Titilantes como lágrimas, parecían mirarlo,<br />
parecían inaugurar <strong>un</strong> gran adiós, lo inevitable. Había soñado, a veces, vencer al destino y sin<br />
embargo...<br />
Estaba solo, como antes del amor, como después del amor. Y recordó <strong>un</strong>a tarde j<strong>un</strong>to al mar.<br />
Ella lo miraba, él la miraba. Él tuvo que plantearlo, así no era posible seguir... ella lo sabía. Él había<br />
rogado, había explicado; pero ella no cambiaba. Él, ya al borde de la desesperación, quiso intentar <strong>un</strong><br />
último recurso. Si explicar no servía, si rogar no servía; entonces exigió, planteó <strong>un</strong> ultimátum. Fue la<br />
última maniobra para salvar aquel amor. Pero ella, no quería, ella..., o no podía ser <strong>un</strong> personaje. Era<br />
preciso. Pero no quiso. No quiso; y sin embargo ahora, en los recuerdos, él había tri<strong>un</strong>fado. Mas el<br />
dolor recorría las horas, que sus ojos abiertos al llanto del cósmico milagro... había partido, como <strong>un</strong><br />
fantasma, la noche que hoy desde esa homónima excusa del vacío que es la identidad, era, casi<br />
apedreada de abismos, apenas, apenas eso... eso.<br />
Estaba solo, con <strong>un</strong> libro en sus manos, contemplando el paso de las horas. Al limite del mar<br />
se anaranjaba el cielo lentamente; y el silencio, ese silencio único del amanecer, podía escucharse<br />
casi. No tenía sueño y, en la oscuridad, con los recuerdos, sentado en su sillón, formaba parte de la<br />
noche; como las luciérnagas, como los grillos, o todos esos seres que parecen brotar de la nada<br />
cuando el sol cae todas las tardes del m<strong>un</strong>do. Era mejor así, pero el día... la multitud... borrarían las<br />
huellas y encenderían los colores de las cosas y traerían gritos y voces y movimiento.<br />
EDICIONES BATTAGLIA 1 208