Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />
Afuera, llovía. LLovía largamente sobre la playa sola. Todos los que lo amaron, todos los que<br />
alg<strong>un</strong>a vez fueron parte de su vida y le dieron felicidad, todos estaban lejos; más allá del mar, más allá<br />
de la vida, del recuerdo, del silencio, de esa pena tan suya. Solo, como la playa; el mar era su único<br />
compañero. Y antes, cuando tantos compartían su tri<strong>un</strong>fo, cuando tanta ternura acompañaba las tazas<br />
de café y algún libro querido, cuando las conversaciones rebasaban la cena hasta la madrugada,<br />
cuando el automóvil estaba lleno de amigos y de viajes; y antes...<br />
Un ruido, proveniente del living, había comenzado. Se puso de pie, con la pena también en los<br />
huesos. Lentamente se dirigió hacia allí; y al observar la vieja escena, no supo si llorar o sonreir. Ellos<br />
habían regresado.<br />
Lo miró fijamente...<br />
Hoy es 28 de j<strong>un</strong>io de 1989. Aquí retomo la novela luego de algún tiempo. Ocurre algo<br />
importante, no sé aún si será determinante. Luego de escribir el párrafo anterior, como ya dije, dejé de<br />
escribir la novela por <strong>un</strong> tiempo; en ese tiempo comencé a leer Museo de la novela de la eterna,<br />
"primera novela buena" (según él) de Macedonio Fernández. Antes de ésta, las obras de Macedonio<br />
leídas por mi fueron <strong>un</strong>icamente el poema "Dios visto, mi madre" y la "Teoría del arte".<br />
Fue mejor así; porque otra vez lo acompañaban, lo rescataban de sus propios ruidos. Eran<br />
ellos, invadirían la casa, lo salvarían de <strong>un</strong> dolor más fuerte que sus ruidos, su invasión, su retorno.<br />
Volvió a mirar, no estaban allí, no era cierto, era sólo <strong>un</strong> mito, ¿o tal vez no? El ruido, provenía ahora<br />
de la habitación; para qué acudir, si el desvaratamiento súbito pondría en p<strong>un</strong>to de sospecha todo<br />
hallazgo. Mejor quedar allí, escuchar desde lejos los viejos pasos ¿o no eran pasos? Pasos de pies<br />
pequeños, persistentes ¿Y la cosa redonda? No recordaba si la tenía, no podía buscarla so pena de<br />
abandonar la trama nuevamente. No estaba dispuesto a...<br />
Llovía, los vidrios del ventanal inmóviles testigos ¡no! <strong>Sólo</strong> vidrios, sólo materia muerta, sólo la<br />
soledad, sin sol.<br />
El domingo era <strong>un</strong>a lluvia, todo <strong>un</strong>a lluvia. Unas ganas de muerte lo perseguían desde el fondo,<br />
desde el l<strong>un</strong>es, desde el invierno.<br />
Es llamativa la similitud entre Museo de la novela de la eterna y <strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong>, si bien<br />
desde otro p<strong>un</strong>to de vista no lo es. Lo es porque yo no había leído la novela, y no lo es porque yo<br />
había leído la teoría sobre la que se sustenta.<br />
EDICIONES BATTAGLIA 1 177