Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />
CAPÍTULO XXIII<br />
El hombre de la máquina<br />
Despertó, eran las 8 de la mañana, rio, le dolió la espalda, el sillón era duro, volvió a reír<br />
con nostalgia, hacía frío, se puso de pie, caminó, se detuvo, lloró con alegría, rio con<br />
tristeza, caminó hasta la ventana, abrió la ventana, abrió la persiana, cerró la ventana,<br />
tuvo frío, volvió a reír, miró el mar, tuvo miedo de <strong>un</strong>a playa vacía, era domingo 1* de abril y ya los<br />
últimos turistas de marzo estaban preparando sus valijas, otra vez tuvo frío, la playa estaba<br />
terriblemente sola, tuvo miedo del otoño, lloró otra vez pero de tristeza, tuvo más frío, era tarde para el<br />
amor, para la vida, para la risa, para la libertad, la playa estaba muerta, el sol se desparramaba por la<br />
arena gastada de tantos sueños inútiles; Juan, peregrino de los recuerdos, tiritó en el silencio de las<br />
horas desvanecidas. Tarde, era tarde para todo; también para el dolor.<br />
Un ruido, proveniente de la habitación, había comenzado; se dirigió hacia allí y no vio al llegar<br />
más que <strong>un</strong> pequeño <strong>escarabajo</strong> caminando penosamente por las baldosas rojas. “¿Eres tú (le dijo),<br />
otra vez has venido a visitarme amigo mío?” El <strong>escarabajo</strong> dejó de caminar y pareció mirarlo con sus<br />
enormes ojos. “Sí, soy yo, el dueño de esta casa, y tú, mi viejo amigo, regresas, has venido a visitarme<br />
como antes"<br />
Un ruido, proveniente del living, había comenzado. Se dirigió hacia allí y al llegar, sólo, tan sólo,<br />
<strong>un</strong> pequeño <strong>escarabajo</strong> se deslizaba por el marrón claro parquet, solo, se alejaba lentamente, entraba<br />
debajo de la mesa, y Juan, también solo, en medio del silencio, observaba aquel pequeño insecto que<br />
se alejaba, imperturbable, necio, definitivo; lo contempló, ridículo, rot<strong>un</strong>do, insignificante, alejarse, con<br />
ese extraño aire de zar, de recaudador de impuestos, de empleado de alg<strong>un</strong>a repartición estatal, de<br />
astronauta en <strong>un</strong>a base espacial de Lomas de Zamora.<br />
Un ruido, proveniente del balcón, había comenzado. Juan no sabia si ir, o no, o quedarse allí, o<br />
simplemente recordar que en <strong>un</strong> país lejano y olvidado, en <strong>un</strong> país donde no eran ciertas las paredes y<br />
donde la muerte no era más que <strong>un</strong> cambio de juego, en <strong>un</strong> país donde las horas pasaban y era<br />
preciso levantar los juguetes antes de la cena, en <strong>un</strong> país así, había sido feliz; pero el ruido en el<br />
EDICIONES BATTAGLIA 1 91