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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

Juan siguió arrastrando por el suelo su cuerpo dolorido, tratando de llegar hasta el teléfono.<br />

Sintió <strong>un</strong> prof<strong>un</strong>do dolor en el codo derecho, las piernas estaban inmovilizadas. Le dolieron los ojos al<br />

tratar de mirar hacia arriba, y <strong>un</strong> mareo súbito lo deshacía en interminable temblor. Se retorcía<br />

desesperadamente, como <strong>un</strong> pez ahogándose, como esos peces pescados, que tantas veces viera<br />

agonizar.<br />

Y ellos, agonizando en el silencio oscuro de la noche, ya no podían desplazarse de pie, ya se<br />

arrastraban sobre sus cuerpos, y a lo lejos divisaban <strong>un</strong> claro del bosque o tal vez el final del bosque,<br />

tal vez la vida.<br />

Juan miró el reloj, eran las ocho de la noche, ya no podía moverse, yacía en el suelo... como <strong>un</strong><br />

cadáver. Imaginó <strong>un</strong> bosque, el de su alma, y se sintió f<strong>un</strong>dido con el paisaje de árboles inmóviles por<br />

siglos. Y en el bosque, como lombrices ( amargos fantasmas de las carnadas), <strong>un</strong> grupo de hombres<br />

se arrastraba penosamente y a lo lejos...<br />

Alguien gritó de júbilo: “¡es el final, es el final, es el final!”. Se arrastraron con fuerzas<br />

renovadas raspándose la piel, se arrastraron, se arrastraron, se arrastraron.<br />

Juan sintió que se asfixiaba, no podía respirar, gritó, gritó. En la noche sintió que se moría, que<br />

se aplastaba contra el piso. Escuchaba el ruido del mar y sus ojos lloraban. Pensó en Verónica, la<br />

chica del restaurante, recordó <strong>un</strong>os días en el hospital y su cabeza vendada. Si moría, pensó, ya no<br />

podría verla.<br />

cuervos.<br />

Ellos, la lluvia, el viento, el rayo, la muerte, el imposible paso hacia la vida, ellos, el bosque, los<br />

Juan, entre la noche empedernida, tuvo <strong>un</strong>a imagen: <strong>un</strong> bosque, veinticuatro cadáveres, los<br />

cuervos. iNo, no, que no murieran esos sueños! En la noche, solo en la noche; se sintió huérfano, y<br />

ellos, en el bosque lejano, eran cuerpos inmóviles... para siempre.<br />

Ellos, ellos, ellos, pobres muertos.<br />

Un aire fresco le invadía el pecho, algo le entraba, algo, le daba vida, le daba fuerza. Se puso<br />

de pie, como <strong>un</strong> niño que recién camina, y caminó, caminó. Encendió la luz y luego rio y lloró y rio y<br />

tuvo ganas de gritar y gritó y volvió a gritar y rio y tuvo ganas de llorar y lloró y volvió reír y tuvo ganas<br />

de gritar y lloró y tuvo ganas de llorar y volvió a gritar y tuvo ganas de reír y llorar y gritó, y a lo lejos el<br />

mar.<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 97

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