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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

Esos amores, esas cartas... Notó que habían pasado varias horas, miró el reloj y vio que eran<br />

las siete de la tarde, le extrañó haber tardado tanto para escribir ese breve capítulo. Se sintió cansado,<br />

se fue a acostar y se durmió. Soñó que su realidad era <strong>un</strong>a pesadilla y que Verónica era su realidad.<br />

Sonreía dormido, como <strong>un</strong> niño que sueña con <strong>un</strong>a torta de chocolate.<br />

CAPÍTULO XI:<br />

Regreso a la realidad<br />

Cuando Juan despertó eran las doce de la noche, <strong>un</strong> prof<strong>un</strong>do silencio lo rodeaba. Volvió a<br />

pensar en la novela que había comenzado a escribir. El personaje de la novela que rompió<br />

era Juan, que estaba enamorado de Verónica y Gabriela; ambas amores perdidos que<br />

lamentaba. Esta seg<strong>un</strong>da novela seguía la misma estructura; pero el personaje era <strong>Luis</strong>, y sus amores<br />

Laura y Patricia. No lo convencían las cartas, eran poco literarias. Pero intentaban parecerse a las<br />

cartas de la vida y no las cartas de la literatura, y las cartas de la vida raras veces tienen calidad<br />

literaria.<br />

Le pareció que estaba teniendo <strong>un</strong> error al recordar. Buscó aquel primer capitulo... sí, se<br />

estaba acordando mal. Siguió pensando con los ojos cerrados.<br />

Juan despertó, el matinal ruido del mar era <strong>un</strong> dulce canto. Sintió deseos de leer la novela que<br />

había empezado a escribir la noche anterior. La buscó, estaba sobre la mesa. Comenzó a leerla:<br />

Capítulo I<br />

Juan miraba por la ventana la ciudad ennegrecida por el humo y el hollín; que aparecía<br />

descolorida y apagada como <strong>un</strong> recuerdo antiguo, o como las fotos amarillas de <strong>un</strong> álbum familiar. Se<br />

acordaba del mar, que ya era parte de <strong>un</strong> pasado que a veces le parecía ficticio como <strong>un</strong> sueño. Se<br />

acordaba de Gabriela; tan perdida como el mar, tan h<strong>un</strong>dida en las prof<strong>un</strong>didades del imposible... tan<br />

de otro tiempo. Una leve llovizna vestía la ciudad.<br />

En su reloj ya se marcaban las 8 de la noche, y el entorno anochecido lo confirmaba. Los<br />

automóviles rodaban por las simétricas calles, hacia sus destinos simétricos. Juan calculó las<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 40

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