Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />
CAPÍTULO VII<br />
Noche de insomnio<br />
La tarde parecía de cristal y en el medio de la tarde, frágil Juan, se sentía morir. Y susurró:<br />
brindemos por la muerte, reina absoluta y eterna. Qué frágil es la vida, y la felicidad qué<br />
frágil sueño ¡oh sueño que se quiebra, oh vida...! Y el pobre Juan lloraba con lágrimas que<br />
parecían pedacitos de cristal. El tiempo se lleva el amor, pensó Juan, y se lleva también la vida ¡oh<br />
traidor que nos dejas vacíos! ¡oh traidor que dejas a las cosas vacías de nosotros! Todo te lo llevas,<br />
todo lo destruyes y lo arrasas con tu llama voraz. Como el cristal que se quiebra, como <strong>un</strong>a gota de<br />
rocío que se deshace, como <strong>un</strong>a lágrima.<br />
En su sillón de ver pasar la vida, se sintió payaso de <strong>un</strong> circo; los espectadores, la pared y los<br />
libros y la biblioteca de sus abuelos y su rostro reflejado en el vidrio de la ventana... y la noche y el<br />
mar y el silencio y ella desde otras circ<strong>un</strong>stancias más felices... y el suelo y el techo y la mesa y las<br />
estrellas y la sombra y sus manos y sus pies.<br />
Todos festejaban la f<strong>un</strong>ción, a<strong>un</strong>que podrían haber sospechado que la pena lo carcomía... por<br />
sus ojos de gigante del eco, de arquitecto del vacío. Y él lloraba, y todo reía; y él quería morir, y todo<br />
vivía... cruel. Pero las estrellas se apiadaron de sus lágrimas y la risa se tornó sonrisa... y todo sonreía<br />
con piedad. Y la piedad dolía más que la burla. Y se borraron las sonrisas y todo fue lágrimas en la<br />
comprensión de la tristeza. Y la comprensión dolía más que la piedad.<br />
Y luego las estrellas eran estrellas, y los libros eran libros, y las paredes eran paredes; y Juan<br />
estaba solo, y todas las lágrimas eran suyas. Y las manos eran manos y apretó los puños y le dolieron<br />
y vio las vendas y recordó que no debía... apretar los puños. Y el pobre Juan era tan sólo Juan; entre<br />
las explosiones de silencio, entre las múltiples astillas negras.<br />
Tomó la carta con las manos que temblaban, temblaban sus ojos... y su corazón. Las lágrimas<br />
del corazón de sangre son, recitó de su poema “percepciones“. Era dolorosa la expresión en la<br />
ventana. La ventana ya no servía para ver el mar.<br />
EDICIONES BATTAGLIA 1 26