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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

CAPÍTULO XXIV<br />

EL BOSQUE<br />

Todos ellos volvían por los bosques empecinadamente llenos de árboles verdes y azules y<br />

grises y hasta del propio color de la tristeza. Caminaban arrastrando sus bolsas, su<br />

cansancio. Nadie se atrevía a hablar, sólo clavaban los ojos en el camino y repetían gestos<br />

de abatimiento. Eran las últimas horas de la tarde, y era preciso salir de allí antes de la noche.<br />

Juan miró el reloj, eran las cinco de la tarde. A través de la ventana, el mar era <strong>un</strong>a promesa<br />

indescifrable. El otoño... caía definitivamente sobre la playa. Y ese olor, ese olor, en las habitaciones y<br />

allí, ese olor persistente como la melancolía; ese olor era su muerte, y ese olor era su vida. Él también<br />

quería absorber ese olor de la muerte, él también como sus pequeños compañeros, él también quería<br />

ser indefenso, él también quería adormecerse en ese olor amargo, quería adormecerse en ese olor<br />

descompuesto, quería llorar y no podía llorar.<br />

Todos ellos caminaban pesadamente, como sombras en el carnaval de los muertos. Los<br />

músculos contraídos y distendidos y vueltos a contraer; desesperadamente asesinados por la tarde ya<br />

cinco minutos pasadas. las cinco. Las ramas raspaban y rasgaban sus ropas y brotaba sangre<br />

lentamente, como <strong>un</strong>a lluvia indefinidamente triste.<br />

Juan miró el reloj, eran las cinco y diez. En los bosques oscuros de su alma, <strong>un</strong>a condenada<br />

caravana de hombres se debatía con la muerte, con la vida, con el fracaso. Ellos, los <strong>escarabajo</strong>s de<br />

su alma, le dolían como espadas. Sintió <strong>un</strong> dolor inesperado en su rodilla derecha, estaba de pie y<br />

calló al suelo, trató inutilmente de levantarse, si pudiera llegar hasta el teléfono pero... ¿A quién<br />

llamar? En su mente los pensamientos se revolvían desesperadamente, como peces atrapados en la<br />

red.<br />

Ellos, ya quince minutos pasados de las cinco, se desplazaban por el bosque inexplicable. Un<br />

olor a lluvia y a pinos los acorralaba en los recuerdos y el tardío paso de los pasos, la sangre les<br />

pesaba como <strong>un</strong> presentimiento, como <strong>un</strong>a culpa, como si sólo su presencia fuera la responsable de<br />

que pudieran desangrarse, de que pudieran perder la vida en forma de rocío.<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 95

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