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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

entonces? Podríamos decir que la expresa el narrador. Pero, dirán, ¿y cuando en la novela dice "yo,<br />

<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>"? La respuesta es sencilla, "<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>" es <strong>un</strong> nombre como cualquier<br />

otro.<br />

Y Juan miraba la lluvia, lenta y tristemente repetida. Le dolía la cabeza, y entonces todo<br />

alrededor era hostil. Una tarde, en <strong>un</strong> aeropuerto de Brasil, se había sentido así. La temperatura era<br />

elevada, casi 30 grados; el reiterado ruido de los carritos con las valijas; y algo indefinido le impedía<br />

cambiar sus billetes por los correspondientes brasileños, para así poder comprar <strong>un</strong> sobre de<br />

aspirinas. Faltaba <strong>un</strong>a hora para que despegara su avión, rumbo a San Pablo. Era extranjero de sus<br />

propios actos. De niño creía que los extranjeros eran nativos de extránjer.<br />

Con sólo caminar hasta la cocina encontraría ese analgésico redondo que tanto lo favorecería.<br />

El dolor de cabeza es como <strong>un</strong>a discusión sin palabras con <strong>un</strong>o mismo, es como <strong>un</strong> trámite agobiante,<br />

como <strong>un</strong> juego aburrido, como <strong>un</strong>a estafa.<br />

Estafado, Juan miró <strong>un</strong>a vez más su oreja derecha (¿por qué no?); pero optó, finalmente, por<br />

resoluciones menos drásticas. Masticar, ¿quién pondría en duda lo constructivo de tal empresa?;<br />

rascarse <strong>un</strong> pie; mirar televisión durante varias horas (inocultable intento de inutilizar su mente); viajar<br />

en taxi (tal su valentía); o leer (lo más osado) el último libro de <strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>. Y optó por esto<br />

último. Tomó de su biblioteca Otoño. Decía en el prólogo que este libro antes de ese título, en el<br />

proyecto original, había tenido otros: <strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong>, Invasión de <strong>escarabajo</strong>s, Invasión, etc. Pero<br />

su autor había decidido finalmente llamarlo "Otoño", porque su acción principal se desarrollaba en el<br />

otoño y porque "otoño" era lo que sugería su lectura. Todos somos, aún los más dichosos, títeres del<br />

otoño; se nos queman los sueños, y el viento del otoño nos arranca el corazón.<br />

No quiso continuar, porque ese prólogo era muy triste; dejó el libro donde lo había sacado y se<br />

fue de la casa. Caminó bajo la lluvia, sin paraguas, mirando el cielo que parecía furioso de soledad y<br />

enfermo de amargura. El cielo, esa necesidad de mirar hacia arriba que pintamos de fe, de<br />

inmensidad y hasta a veces... el cielo, igual que Juan, estaba triste. Miró el reloj (,Juan) y eran las diez<br />

de la mañana, se fue aclarando (el cielo) lentamente, pensó en la lluvia (Juan) y tuvo frío, cerró sus<br />

ojos (Juan) para no ver sus pasos, lloraba (el cielo) su soledad más íntima, despertaba de pronto<br />

(Juan) de sus ensueños; era el otoño que lo ponía gris (al cielo), era el olvido y ese dolor de lo que no<br />

se entiende que lo ponían gris (a Juan), era esa larga acumulación de ausencias que lo ponía gris (al<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 80

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