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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

rey del infinito ya no abriría sus ojos, catorce enanos deformes le cegaron el alma; son los catorce<br />

sueños de los locos. Juan despertó como de <strong>un</strong> sueño, cuando apartó los ojos de la ventana.<br />

Desde aquel l<strong>un</strong>es, desde aquella carta de Gabriela, sólo habían pasado doce días; y se sentía<br />

sin embargo como si hubieran pasado doce meses, doce años, doce vidas. Doce es el número del día<br />

y del año, doce es el seis más seis de la nostalgia. Doce días, como doce siglos. <strong>Sólo</strong> catorce días<br />

atrás se había mirado en el espejo; se había temido <strong>escarabajo</strong> o pez, o tal vez <strong>un</strong> sueño. Y luego se<br />

destruyeron catorce espejos, catorce soles, catorce rostros.<br />

Miró el reloj, eran las dos y media; en la casa no había comida. Decidió almorzar en <strong>un</strong><br />

restaurante. Buscó las llaves en el bolsillo, no estaban allí. Recordó <strong>un</strong> viaje a Sierra de la Ventana,<br />

que hizo con sus padres y alg<strong>un</strong>os primos. En el auto había ido durmiendo todo el tiempo y lo llevaron<br />

dormido hasta la habitación. Allí se despertó. Estaban todas las persianas cerradas. Miró el reloj y<br />

eran las doce del mediodía. Cuando le dijeron que había <strong>un</strong> salón de juegos dijo:<br />

-Vamos a jugar<br />

-¿A esta hora?, contestó <strong>un</strong> primo<br />

-¿Qué tiene?-<br />

-Son las doce de la noche (dijo su padre de <strong>un</strong> modo terminante).<br />

En ese mismo viaje había conocido a Gabriela. El tenía nueve años y ella ocho. Cuando<br />

volvían de esa vacación (iOh vacación la de los tristes!) fue el accidente. Todos murieron, menos él.<br />

Pero él siguió toda la vida siendo, desde entonces, menos él, él triste, él solitario, él enamorado de la<br />

muerte. Y las doce fueron siempre las doce de la noche, y el salón de juegos era <strong>un</strong> sarcófago. Ya no<br />

quería recordar cosas tristes. Años había luchado hasta comprar la librería... sus padres hubieran<br />

estado orgullosos de él.<br />

Sus padres viajaban mucho. Una vez lo llevaron a Buenos Aires. Esa inmensa ciudad de<br />

habitantes desconocidos y anónimos, ese <strong>un</strong>iverso de edificios que tapan el sol, esa profusión de<br />

violencia y de ternura, ese gigante solitario, esa ciudad tan alegre y tan triste; había producido <strong>un</strong><br />

impacto en la sensibilidad de Juan, pasaron años y guardó intacto el recuerdo de Buenos Aires.<br />

Al regresar él le contó a sus amigos.<br />

-Hay <strong>un</strong>a avenida muy ancha, que se llama Nueve de Julio, en esa avenida está el teatro<br />

Colón, y también el obelisco.<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 46

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