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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

Su muerte debía ser a las ruedas de <strong>un</strong> tren. El teléfono sonando nuevamente fue tan absurdo como<br />

la noche. Pronto amanecería... el último amanecer. No atendió el teléfono ¿Y si era Gabriela? ya no lo<br />

sabría ¡Si volviera a sonar ese teléfono...! pero no, no podía ser Gabriela, no tenía sentido; y, sin<br />

embargo, era su última esperanza. <strong>Sólo</strong> por ella valdría la pena vivir; sin ella era mejor morir.<br />

Recordó la voz “duerme, duerme tranquilo... ya no despertarás”. Con sólo abrir el gas y<br />

recostarse sobre la cama... y ya no despertaría. Pero no...; quería ver la muerte, no quería tan sólo<br />

adormecerse hasta quedar sin sueños. Quería sentir la muerte, como sus padres la sintieron; en la<br />

piel, en los huesos. El tren lo haría pedazos, y en ese último instante se reconciliaría con el pasado.<br />

Se le salió <strong>un</strong> botón de la camisa. Tomó la aguja y los hilos. De eso se trataba... de tomar los<br />

hilos. Ya no quería ser <strong>un</strong> títere sin hogar y sin patria. Cosió el botón. Se pinchó <strong>un</strong> dedo. Brotó <strong>un</strong>a<br />

gota de sangre, era <strong>un</strong>a pequeña muestra fe lo que vendría. ¿No habría <strong>un</strong>a manera menos<br />

sangrienta de tomar los hilos? Se quedó pensando. Lo que quería era vengarse, vengarse; de sus<br />

padres, de Gabriela, de la vida, de la pena, de la desgracia.<br />

De todo se vengaría sobre sí. De tantos años de ilusiones... se vengaría, de tantos sueños que<br />

fallaron... se vengaría, de tantas cosas perdidas. De tantas lágrimas... se vengaría de tanta soledad,<br />

de tanta frustración y tanta rabia. De tanta pena, de tanta inocencia burlada, de tanta vida mal vivida.<br />

Pero cerró los ojos y abrió los puños y lo pensó por <strong>un</strong> instante, y comprendió; que la muerte<br />

no le dejaría venganza, ni suerte, ni ser... sólo <strong>un</strong>a cruz gastándose en algún cementerio, o ni siquiera<br />

eso. La nada, el vacío. La muerte es <strong>un</strong>a habitación oscura, sin camas, sin ventanas, sin muebles, sin<br />

habitación.<br />

El pobre Juan es <strong>un</strong> fantasma entre los vivos, quiso matar la vida para matar la muerte. A<br />

tiempo descubrió la falla. La noche parecía más prof<strong>un</strong>da; tan llena de horizontes ondulantes y<br />

círculos de frío tiempo cósmico. Tantas veces tan distinta a aquellas cuando los ojos se extasiaban en<br />

el girar de <strong>un</strong> trompo y en la suave blancura de <strong>un</strong> osito de tela. Y aquellas noches donde sus labios<br />

no decían todo, y sus ojos callaban para no llorar. Era así, pero con ojos para adentro y altos<br />

escalones de angustia.<br />

¡Esa carta!... mató las últimas estrellas, cegó las últimas palabras, calló las últimas miradas de<br />

azúcar. ¡Qué pobre Juan, qué triste, qué ignorado transeúnte, qué condenado, qué ladrón, qué débil<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 28

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