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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

El desay<strong>un</strong>o le cayó amargo, y los recuerdos. Recordó "La canción desesperada”, del gran<br />

Pablo. “<strong>Sólo</strong> la sombra trémula se retuerce en mis manos", susurró. Estaba solo, ante <strong>un</strong>a taza de<br />

café con leche y el mar con sus olas eternas. El mar también está solo, rodeado de seres imperfectos<br />

que no cuentan con la eternidad. Él también es efímero, y <strong>un</strong> día desaparecerá... cuando la tierra<br />

desaparezca.<br />

Duele la vida, todos los instantes; el sufrimiento es nuestro modo de existencia. Nos<br />

deshacemos en el aire, como <strong>un</strong>a pompa de jabón. En fin... volvió a mirar el mar. Imaginó millares de<br />

almanaques deshojándose de <strong>un</strong>a manera vertiginosa. Al acabar de deshojarse; <strong>un</strong>a calavera estaba<br />

sobre el sillón de Juan. Gritó, por esta fantasía-pesadilla. La muerte nos deshoja, la muerte es <strong>un</strong>a<br />

especie de otoño; es <strong>un</strong> crepúsculo donde no vuelve a amanecer; es <strong>un</strong>a taza ya vacía sobre la mesa<br />

de <strong>un</strong> solitario; es el mar, visto a través de la ventana.<br />

Juan buscó <strong>un</strong> cuaderno, necesitaba escribir: “Ojos de agua” ¿Has intentado beber el<br />

contenido de la botella maravillosa? Bebo y el m<strong>un</strong>do se conf<strong>un</strong>de. La ciudad habita en mí, las noches<br />

solitarias habitan en mi ciudad que hoy me parece tan triste. Tal vez alg<strong>un</strong>a de estas noches me<br />

interne en el mar como Alfonsina.<br />

Pensó que <strong>un</strong> veneno en el café podría librarlo, y desay<strong>un</strong>aría con la muerte; esa bella y<br />

misteriosa dama que amamos en secreto. Era peligroso emborracharse con el fracaso.<br />

Juan buscó la novela que había roto, j<strong>un</strong>tando los papeles la reconstruyó. No era tan mala, lo<br />

malo eran las cartas; las tachó. De este modo <strong>un</strong> capítulo quedaría más breve, pediría al lector<br />

disculpas por esa imperfección. Se dio cuenta, además, que mencionaba hechos de su vida como si<br />

el lector debiera conocerlos. Tal vez esos capítulos escritos servirían pero no como primero y<br />

seg<strong>un</strong>do; quizás como décimo y <strong>un</strong>décimo, por ejemplo, podrían f<strong>un</strong>cionar, luego de haber contado<br />

las otras cosas. O como noveno y décimo, o como octavo y noveno... quién sabe.<br />

Nuevamente comenzó a escribir. Escribiría todos los días y en <strong>un</strong> tiempo no muy largo podría<br />

terminarla. Después llevaría la novela a las editoriales. La mañana era fresca y definitiva. Se sentía<br />

emocionado, por poder contar su vida a los lectores. O tal vez su fantasía. O mitad vida y mitad<br />

fantasía.<br />

De tanto en tanto dejaba de escribir para mirar el mar. La birome se deslizaba por el papel,<br />

como respondiendo a <strong>un</strong>a fuerza interior. A gran velocidad avanzaba la novela. Era como vaciar el<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 42

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