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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

sentó en el suelo. Gritó. Miró la calle. Corrió hacia el living. Abrió la llave de gas. Tosió. Encendió las<br />

luces. Cerró la llave de gas. Abrió la ventana. Otra vez los niños jugando a la rayuela frente a su<br />

puerta. Salió por la ventana, volvió a entrar. Tomó <strong>un</strong> cuchillo y rompió <strong>un</strong> almohadón. Los pedacitos<br />

de goma pluma se dispersaron por el suelo. Con los ojos fijos en los pedacitos se recostó en el suelo<br />

y luego se quedó mirando el techo durante varias horas.<br />

CAPÍTULO VI:<br />

La respuesta de Gabriela<br />

El techo es siempre el techo y Juan sintió la pena de ser hombre. Bajo las estrellas y sobre<br />

las estrellas <strong>un</strong> planeta, <strong>un</strong>a partícula del cosmos flotando; y él, <strong>un</strong>a partícula del m<strong>un</strong>do,<br />

de ese planeta, <strong>un</strong>a partícula de <strong>un</strong>a partícula, casi la nada, con sus ojos viajeros de esa<br />

rutina blanca y absurda. Y él ¡pobre habitante!<br />

En la espiral de las horas se adormeció la muerte de sus huesos y apaciguó la angustia, y<br />

pudo levantarse. Caminó por la casa, como para saber que todavía podía caminar... que estaba vivo;<br />

con los ojos en el recuerdo blanco cerró sus puños vendados y el dolor físico lo conectó con su<br />

cuerpo. Y luego saltó, y al golpe de sus pies gritó de júbilo inexplicable ¡Qué importaba la carta o el<br />

techo o las paredes...! si comprendió la vida que emanaba en revolución incontrolable. “¡Viva la<br />

libertad!" gritó, algo afónico. Era la hora de cenar y la muchacha hermosa.<br />

Adiós Gabriela, adiós, eres <strong>un</strong> sueño del pasado. Lo escribió en <strong>un</strong>a servilleta de papel<br />

mientras comía. La miraba hermosa pasar, quiso tocarla... ella rio. Todos miraron. El se puso de pie<br />

"¡Soy libre!", gritó. Pensaron que estaba loco, y tal vez lo estaba. Comió con rabia y alegría. Volvió a<br />

tocarla... esta vez no rio. Alguien lo imitó y ella le dio <strong>un</strong>a cachetada.<br />

Se fue.<br />

La mañana bailaba de tristeza detrás de las ventanas. Se sentía culpable. N<strong>un</strong>ca volvería al<br />

restaurante. Era <strong>un</strong> baile de odalisca, de víbora de cascabel, de gente mala... como él.<br />

Era <strong>un</strong>a tristeza que bailaba disfrazada de mujer "¡Perdón, perdón!"<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 21

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