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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

Y el se quedó a solas con su postre de persona a solas con su postre, de hombre serio y<br />

correcto de los que n<strong>un</strong>ca intentan <strong>un</strong>a locura. Que de tan cuerdo se quedó solo con su postre,<br />

comiendo con amargura. Ella lo miraba desde lejos ¿Ella esperaría su seriedad o su locura? El no lo<br />

sabía, no podía arriesgarse.<br />

Una nueva seña y ella llegaba con la cuenta. Latía más fuerte el corazón. Estaba decidido a<br />

hablarle... pero no lo hizo. Y ella se fue para buscar el cambio. Cuando ella regresara le hablaría. Ella<br />

se sorprenderla tal vez. Tal vez se daría ese milagro de estar, por la palabra, con esta que hoy era<br />

<strong>un</strong>a desconocida; mañana... Y ella regresa con la cuenta. Un "gracias" rápido. Y el se tragó todas las<br />

palabras. Ella lo miraba desde lejos; perderse después, caminar hasta la puerta, abrirla y "otra vez<br />

será, mañana sí, mañana le hablo" Y sabía que no, o lo sospechaba.<br />

Había <strong>un</strong>a tristeza por las calles ... La tarde, lenta y vacía, era <strong>un</strong> incomprensible trajinar de<br />

ausencias ¿Cuándo llegaría el amor, en qué país se ocultaba la alegría? Triste como siempre, solo<br />

como siempre; caminando sin destino por las calles monótonas, en ese otoño que comenzaba.<br />

Recordó la muerte de sus padres. El tenía 16 años; y en <strong>un</strong>a tarde como esta, le mostraron esos<br />

cuerpos despedazados por el tren. Y estaba solo para siempre; solo, porque esa visión aterradora le<br />

había vaciado el alma. Vacío, como la tarde; caminaba con los recuerdos.<br />

Miró el cielo, había nubes, pronto llovería. Llover, pero yo y yo y yo, pero no yo y llover <strong>un</strong>a<br />

tempestad sin arco iris era. Está solo, con las cuatro paredes adentro de su corazón. Ella no podría<br />

comprenderlo, habían sido muchos sufrimientos y ya no había puerta, porque era sólo todo <strong>un</strong>a pared<br />

de la que no podía verse el fin. Qué fin puede tener <strong>un</strong>a pared que es todo. Y la lluvia sería mejor.<br />

No había personas en las calles, ni <strong>un</strong>a cabecita a la distancia siquiera. Hasta le parecía<br />

escuchar sus propios pasos. Todas las ventanas de todas las casas estaban cerradas. Tal vez<br />

hablando con el otro Juan, el que le dicen <strong>Luis</strong>, habría algún modo de cambiar el agobio de ese<br />

paisaje de cementerio. Pero Juan, el otro Juan, estaba tan lejos... tanto, que hasta parecía jamás<br />

haber existido.<br />

Cada paso, cada movimiento de sus piernas, lo alejaba de la vida; como si todo <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do<br />

inédito, se volviera latente como <strong>un</strong> vacío corazón. Era triste la calle, larga y <strong>un</strong>ánime, el fracaso que<br />

en los huesos se retorcía de infinitos y eternidades. Recordaba, como de <strong>un</strong> sueño, <strong>un</strong> molinito de<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 50

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