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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

De pronto abrió la puerta de la tarde, como <strong>un</strong> arrugado requitapús de alternativa, casi torpe.<br />

Desenfrenadamente solo en la tristeza, como <strong>un</strong> paria del trasfondo anicaviente, cuasi-pósito,<br />

requetesúbito cuardrante andrepatásico. Calló, derrumbado en el suelo, como <strong>un</strong>a estatua de tercer<br />

respaldo; era triste el silencio.<br />

Y desde entonces, todos los atardeceres tuvieron en Fantasía ese terrible derrumbe de<br />

amapolas grises.<br />

Así fue, así me lo contaron, así te lo cuento, así vas a contarlo y (¡por favor!) tenerlo en cuenta;<br />

porque aquí terminan las paredes y empieza la soledad. Entonces, mienta afuera se escucha agua de<br />

riego, mientras duelen las horas de <strong>un</strong> febrero frió; tú, lector mío, te pierdes en mis palabras y me<br />

amas ( escribo para que me quieran) ¿Cómo está tu vida? Quiero que sepas que si bien es cierto que<br />

escribo para que me quieras, lector, también escribo porque te quiero, porque te pienso en cada<br />

instante de mi vida, porque formas parte de mis días y de mis noches, porque estás en mis sueños, te<br />

sientas a mi mesa, y cuando me siento solo, cuando arrecia el viento de la tristeza, tú me acompañas.<br />

Y yo también, lector, espero estar contigo, compartir tu vida y tus sueños, y acompañarte en la<br />

soledad y en la tristeza ¿Dónde está Juan, tal vez me lo preg<strong>un</strong>tas? No importa, Juan sólo es <strong>un</strong>a<br />

excusa, al igual que yo, al igual que tú. Juan podría desaparecer mañana. Te ruego que en los p<strong>un</strong>tos<br />

suspensivos escribas tu nombre. Aquí:......................... Ahora la novela es de los dos (perdón, de los<br />

cuatro).<br />

Me ha sucedido a veces ir caminando por la vereda y ver a <strong>un</strong>a persona, y después, al final del<br />

día, acordarme de esa persona y llorar porque no nos conocemos, porque no sé donde vive, ni cómo<br />

piensa, ni con qué sueña. Tú y yo, lector, también estamos lejos y quisiera conocerte, saber si hoy, por<br />

ejemplo, has visto <strong>un</strong> pájaro balaceándose en <strong>un</strong> cable o si en las gotas de la lluvia imaginas m<strong>un</strong>dos.<br />

Quisiera saber si eres joven, o viejo, o si en tu ropero tienes <strong>un</strong> impermeables gris o <strong>un</strong> sombrero rojo.<br />

Quisiera saber si de niño jugaste con barquitos de papel, o si eres niño, o si compartes mi<br />

pasión por el ajedrez o el piano, o si ayer fuiste al parque o te compraste <strong>un</strong> paquete de pochoclo, o<br />

depositaste cien mil dólares en tu cuenta bancaria, o a tu hijo le ha salido el primer diente o te<br />

presentó a su novia o a su novio, o no tienes hijos, o a quién botaste en las últimas elecciones.<br />

Y así, Juan, se fue durmiendo lentamente. Y soñó con <strong>un</strong> parque donde jugaban las estatuas,<br />

<strong>un</strong> anciano les vendía banderines a las estrellas, los perros llevaban a sus dueños a pasear con <strong>un</strong><br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 127

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