Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />
El sol entraba por la ventana abierta y la casa asumía grandes superficies espejadas, brillaba la<br />
casa y el m<strong>un</strong>do parecía querer enviar <strong>un</strong> mensaje de luz, la mañana vibraba en las paredes, el mar<br />
euforizaba en su idioma perfecto el perfecto milagro de haber nacido; Juan, en medio de la dicha de<br />
los elementos, estaba inmóvil y de sus ojos caían lágrimas. Qué desperdicio llorar en <strong>un</strong> día tan lindo,<br />
con tanto sol. ¿Y si la vida podía cambiar, y si podía pron<strong>un</strong>ciar "mañana"? La arena en la playa se<br />
arrepentía de los castillos, se iba con el viento a volar como los pájaros, golpeaba los vidrios de las<br />
ventanas. Alguien estaba caminando por la playa, era el dueño de aquel Bar-restaurante playero "Las<br />
almejas"; aprovechando los últimos días de la temporada. Luego vendría la soledad, los escasos<br />
pobladores entrando a entibiar la mañana con <strong>un</strong> café caliente y medial<strong>un</strong>as de manteca. Uno o dos<br />
visitantes para el almuerzo, y algún domingo con niños y papafritas. Sobrevivir hasta el verano; esa<br />
maravillosa explosión de voces, de risas, de sillas ocupadas y puertas enloquecidas, ese renacimiento<br />
de todo que se llamaba verano y regresaba todos los años con su magia infinita.<br />
Juan lo miró, aún se veía en sus ojos el cansancio de <strong>un</strong>a temporada muy activa, a<strong>un</strong>que ya<br />
siendo reemplazado por la nostalgia del esplendor, por la preocupación de las mesas vacías. Los<br />
dueños de los bares y restoranes playeros y todos aquellos que, de <strong>un</strong>o u otro modo, viven del verano;<br />
sufren todos los años la gran metamorfosis de la vida, la gran caída y el gran resurgimiento. Son<br />
individuos inestables, víctimas privilegiadas de la variabilidad de las cosas.<br />
Juan tuvo miedo de otro invierno, que aumentaba su tristeza; temió no poder ver la nueva<br />
primavera. Temía quedarse con el alma helada en <strong>un</strong>a noche fría. Y en esa dicha, en ese sol, en esos<br />
contingentes que ahora se acercaban a la playa; Juan veía el frío, la soledad, la tristeza. Los últimos<br />
chispazos del verano venían a poblar su casa; como diciendo "¡vivo aún, vive!" Y era tan cierto ese<br />
estado de alegría ambiental, como próximo su fin. Y sin embargo instaba a erguirse, a comprometerse<br />
con la dicha y poner el alma. En la aventura de ser libre, Juan se dijo, importa poco la brevedad de las<br />
consagraciones.<br />
Si hay sol, si hay luz, si reverbera el m<strong>un</strong>do, si se abren las fuentes de la vida y llaman a la<br />
gran fiesta de vivir; entonces, Juan pensó, no te margines ¡Qué importa si después llega la noche, si la<br />
escarcha perfora las ventanas. Hoy es el desafío, el gran bocado por devorar, nace la historia!<br />
EDICIONES BATTAGLIA 1 218