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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

Había pasado la noche, estaba por nacer el sol haciendo el día; desde el mar fosforecían las<br />

olas con la luz de la l<strong>un</strong>a. La playa solitaria y oscura fosforecía en la arena, extrañas sombras<br />

recorrían los pinos en sus contornos misteriosos. En esa hora silenciosa, sentía la tristeza de la<br />

novela; quería y no quería, escapar de aquel ambiente estático y aquella calma. El cosmos parecía<br />

revelar su esencia inmensa, su reciente eternidad. Solo entre cosas quietas, el viento frío de la<br />

madrugada agregaba <strong>un</strong> susurro metálico y constante. Ya pronto el sol haría ciertas las paredes, y las<br />

olas subían y bajaban como míticos: habitantes de <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do azul tras la tiniebla. Había perdido los<br />

recuerdos por <strong>un</strong> instante, era sólo <strong>un</strong> cuerpo en la sombra; ebrio de estrellas y distancia. Cada<br />

estrella era <strong>un</strong>a esperanza de otras vidas y de otros sueños. Estaba inmóvil, como <strong>un</strong>a estatua del<br />

más allá de los pinos; como las olas que siempre son olas, a<strong>un</strong>que <strong>un</strong> amor se haya perdido, a<strong>un</strong>que<br />

la muerte esté rondando a nuestros seres. Pronto el invierno llegaría para borrar la última flor, para<br />

sellar el último crepúsculo sin escarcha. Triste, sentía la inmensidad indiferente de esa playa indivisa.<br />

La tierna imagen de <strong>un</strong>a pareja caminando lentamente por las páginas, por las arenas de la<br />

playa; le recordaba <strong>un</strong> gran abismo de cristales superpuestos, blancos, perfectos eclipses alargados<br />

en la luz quebrada de los ojos. Ellos pasaban lentamente, sus pies ejecutaban <strong>un</strong> circuito averiguado<br />

demasiado. Cada paso blandía la nostalgia y la imponencia sorda de los astros, el mar abierto al<br />

pasado; mil siglos de palabras escondidas en <strong>un</strong>a sombra espesa. Ya pasaban al centro de la<br />

ventana, removida de ausencias interminables y vacías; el horizonte del amor se hería por las manos<br />

entrelazadas y ágiles. El cielo estaba lentamente entibiando su negrura helada y bruscamente<br />

inmensa. Ya los amantes, en el borde izquierdo de la ventana, como pequeñas olas se perdían en la<br />

distancia de <strong>un</strong>a arena oscura. El cielo, el mar, las horas, se despedían de esa felicidad que se perdía<br />

entre los últimos pasos de la noche. Estaba solo, estaba triste, estaba herido ¡Pobre lector, pobre<br />

Juan, pobre mi sueño!<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 207

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