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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

Pidió la cuenta al mozo, <strong>un</strong> hombre gordo y rojo. Posaba su vista sobre la ya vacía taza, y en el<br />

fondo <strong>un</strong>as gotas de café. Cuando estemos vacíos ¿quedará en nuestro fondo algo? Llegó el mozo<br />

con la cuenta; Juan la contempló como si sumara, pero su mente estaba en otra parte.<br />

Se acordó de Gabriela, la de los ojos grandes y tristes. Se acordó del cuento de la palmera<br />

parda. Y finalmente se acordó que la vida se termina; y a veces sin empezar. Se olvidó de que estaba<br />

en <strong>un</strong> restaurante y había terminado de comer. Al alzar los ojos vio <strong>un</strong>a pareja que esperaba que él se<br />

fuera. “Perdón” “No es nada”. Ella tenía <strong>un</strong> hermoso vestido verde y blanco. Simularon no conocerse;<br />

y él se fue. Al salir a la calle se quedó inmóvil sobre <strong>un</strong>a pared. Era Gabriela... y no la había saludado,<br />

y ella no lo había saludado.<br />

Se miró los pies al caminar y murmuró: "verdad... estabas tan distinta". La vereda se lo llevó<br />

despacio. A lo lejos el mar. Doblar hacia la izquierda y luego la derecha. Se detuvo en <strong>un</strong>a heladería,<br />

compró <strong>un</strong> helado de frutilla. A ella le gustaban los helados, también le gustaba sonreír y mirar de<br />

reojo... ¡Ay Gabriela!, exclamó Juan. Luego miró si alguien lo había mirado, pero no había personas<br />

allí. <strong>Sólo</strong> él. Y hoy otro Juan, o Raúl, o <strong>Alberto</strong>, o simplemente <strong>un</strong> él, que no era él.<br />

¡Qué tristeza de jueves sin futuro de sábado! El helado estaba demasiado frío, como la<br />

esperanza. Cuando las esperanzas se congelan duelen. Se acordó de aquella tarde en la librería, trató<br />

de recordar cuál era el libro que compró Gabriela aquella vez... pero no recordaba ya. Sabía que era<br />

<strong>un</strong>a novela. Pensó que toda vida sirve para escribir <strong>un</strong>a novela. Él, por ejemplo, podría escribir la<br />

novela de su vida. Pero sólo escribía poemas... <strong>un</strong>a novela es algo distinto.<br />

Gabriela sería <strong>un</strong> personaje de su novela, y sería <strong>un</strong>a forma de acercarse sin peligro de sufrir.<br />

El escritor es como <strong>un</strong> niño que mira la vida protegido detrás de <strong>un</strong> grueso vidrio... la tristeza no puede<br />

atraparlo más allá de lo controlable. Y él estaba tan triste. Además cuando él se convirtiera en<br />

personaje, podría también acercarse a sí y comprenderse sin el peligro de mezclarse y conf<strong>un</strong>dirse<br />

con sus problemas. Lo había decidido, al llegar a su casa comenzaría a escribir.<br />

Comió lo que quedaba del helado. Recordó la manera particular que tenía Gabriela de comer<br />

helados. Le brillaban los ojos. Llegó a su casa y entró. Pensó en Verónica, tuvo deseos de verla. A la<br />

noche iría a cenar al restaurante donde Verónica... o no, mejor escribiría la novela... no, otro día<br />

escribiría la novela. Ya no quiso pensar. Se recostó sobre la cama luego de poner <strong>un</strong> disco en el<br />

estéreo. Cerró los ojos para escuchar mejor... para escapar mejor.<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 32

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