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Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)

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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />

alma sobre el papel. Miró el reloj, ya eran las doce del mediodía. Había escrito nueve capítulos y parte<br />

del décimo. Fue entonces que comenzó a tachar. Luego quiso leer lo que había tachado y comenzó<br />

por el capítulo noveno: Pero... icómo, cómo duele recordar! Tantas tardes caminando j<strong>un</strong>tos por la<br />

playa ¿En qué playa te escondiste Gabriela, detrás de qué mar? Y Juan caminaba por su casa<br />

recordando. Miró por la ventana el monótono gris de la ciudad; la playa, y el mar, y Gabriela, habían<br />

quedado atrás. Eran las ocho de la noche, Verónica estaba por llegar.<br />

abrazó.<br />

Escuchó los pasos de Verónica en el corredor, el ruido de las llaves. Se besaron y Juan la<br />

Tachó el párrafo y luego siguió leyendo. Luego <strong>un</strong> ruido lo interrumpió. Eran <strong>un</strong>os chicos que<br />

pasaban por la calle. Siguió leyendo: Estas últimas palabras le trajeron recuerdos a Juan. Se puso<br />

triste. Gabriela también había dicho...<br />

Acá venia <strong>un</strong>a parte que no se podía leer. Salteó y siguió leyendo: Desay<strong>un</strong>aron mirándose a<br />

los ojos. En el marrón de los ojos de Verónica Juan creyó ver <strong>un</strong>a metáfora de eternidad.<br />

Juan salteó <strong>un</strong> largo párrafo tachado y luego continuó: Quedaron mirándose en silencio, luego<br />

se besaron. Porque los besos parecen ser certificados de amor... Y hay el mito de que en el beso se<br />

<strong>un</strong>en las almas. Y en ese beso Juan y Verónica parecían querer decirse: siempre estaremos j<strong>un</strong>tos.<br />

Este capítulo tenía partes muy hermosas, pero otras demasiado pesadas. Dejó de leerlo,<br />

comenzó a leer el capitulo 10, que había tachado, este estaba apenas empezado. Capítulo X:<br />

Despertó el miércoles con los ojos irritados de llorar. Eran las 10 de la mañana; sus padres ya habían<br />

salido, por suerte; no notarían las señales de su llanto. Comenzó a escribir <strong>un</strong>a carta para Juan.<br />

Escribió: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. A<strong>un</strong>que te quiero no es posible... <strong>un</strong>a<br />

fuerza que no puedo explicar, nos separa. Es el tiempo. Hay otra persona, pero no es quien nos<br />

separa. Es algo diferente, no sé... es como si hubiéramos perdido el tren”. Leyó el párrafo pero no le<br />

gustó, no debía hablar de <strong>Alberto</strong> y además... no sabía qué, pero... Tachó y escribió: “Soy muy distinta<br />

a aquélla que conociste, soy distinta a como fui”. Leyó estas palabras y volvió a tachar. Y entonces<br />

escribió, sintiéndose cargada de emoción: “No soy aquélla, Juan; la de esa tarde...” esta carta la<br />

expresaba.<br />

Aquí terminaba lo escrito en el capítulo 10. Juan comenzó a reescribir lo que había tachado.<br />

EDICIONES BATTAGLIA 1 43

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