Sólo un escarabajo (Luis Alberto Battaglia)
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<strong>Sólo</strong> <strong>un</strong> <strong>escarabajo</strong> (<strong>Luis</strong> <strong>Alberto</strong> <strong>Battaglia</strong>)<br />
Cuando él muriera ¿quien lloraría su muerte? ¡oh si esa carta le diera la respuesta! Pero la<br />
vida continúa de todos modos, debía estar preparado para el rechazo. Tal vez <strong>un</strong> astro de cristal lo<br />
salvaría de la oscura presencia del dolor.<br />
Ella, la siempre ella, era el milagro; sin ella, ningún astro de cristal. Y él debiendo sufrir la<br />
angustia de no saber aún. Si al menos la cosa redonda cambiara de lugar, o <strong>un</strong> ruido proveniente de<br />
la habitación lo distrajera, o si tuviera el libro de argidectura... pero no.<br />
Almorzó pensando en ella. El aire de l<strong>un</strong>es en las calles, lo hizo recordar sus tiempos de<br />
estudiante. Pero no... si era de vacaciones ¡qué larga vacación la de los tristes!, vacación que es<br />
encierro y soledad. Mejor sería comer otro pedazo de flan y después... ¡Qué amargo es el después<br />
cuando el presente nos lastima! ¡oh Juan, qué solo estás en esta vida! Lloró sin detenerse y así se fue<br />
la tarde.<br />
Mientras lloraba se acordó de su tía Eulalia, siempre tan seria... y la soledad, ¡pobre Eulalia!, la<br />
fue enterrando en su cuarto de soltera. El no quería quedarse solo como su tía Eulalia; la de los ojos<br />
empapados de niños que no fueron, la de la piel cansada de no sentir caricias, la de los labios secos<br />
de no albergar la lluvia de los besos, la de las manos frías.<br />
A través de las lágrimas miró el atardecer. El sol h<strong>un</strong>diéndose en el mar. La gente<br />
h<strong>un</strong>diéndose en la sombra de la playa. La playa h<strong>un</strong>diéndose en la noche. Y dejó de llorar y se limpió<br />
los ojos enrojecidos como el sol. Dos soles atardecían en su cara, y otros tantos en su corazón.<br />
Muchos atardeceres para <strong>un</strong>a misma pena. Y el espectáculo del aire se disfrazaba de inocencia.<br />
Como la tía Eulalia.<br />
Otra vez la noche, salir para cenar. Y se había olvidado de comprar el libro, y no había<br />
comprado la pintura, y la carta. ¡Sí, carta sí! Esperar esa carta iba a ser tan difícil. Una joven atendía<br />
las mesas, alg<strong>un</strong>os le decían piropos y ella sonreía. Él le pidió su comida casi sin mirarla. Cuando le<br />
trajo la comida miró su rostro y se quedó extasiado, n<strong>un</strong>ca había visto <strong>un</strong>a mujer tan bella. Ella se<br />
quedó inmóvil, <strong>un</strong> poco por sorprendida y otro poco por coqueta; luego sonrió como le sonreía a los<br />
otros. Al fin, tomando <strong>un</strong>a actitud distante, le preg<strong>un</strong>tó si necesitaba algo más y luego se marchó.<br />
Pero no se marchó de la mente de Juan y al irse del restaurante la recordaba.<br />
EDICIONES BATTAGLIA 1 16