Misterio en el Caribe-Agatha Christie
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Digitalizado por Kamparina para Biblioteca-irc <strong>en</strong> Agosto de 2.003<br />
embargo, uno se pregunta a veces... Y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta las<br />
afirmaciones de algunas personas...<br />
— ¡Joan! — <strong>el</strong> canónigo se había incorporado, adoptando ahora una<br />
actitud b<strong>el</strong>igerante— . No me gusta... Decididam<strong>en</strong>te no me gusta<br />
oírte hablar así... Y lo que es más importante, ¡no hay que p<strong>en</strong>sar<br />
mal! Este debiera ser <strong>el</strong> lema de todos los cristianos, hombres y<br />
mujeres.<br />
Las dos mujeres guardaron sil<strong>en</strong>cio. Acababan de ser amonestadas<br />
y aguantaron y compartieron la reprim<strong>en</strong>da <strong>en</strong> señal de respeto al<br />
sacerdote. Pero interiorm<strong>en</strong>te se hallaban irritadas y nada<br />
arrep<strong>en</strong>tidas. La señorita Prescott miró a su hermano con<br />
animosidad. Miss Marple volvió a su interminable labor de aguja.<br />
Afortunadam<strong>en</strong>te para <strong>el</strong>las la diosa Casualidad estaba de su parte.<br />
— Mon pére — dijo algui<strong>en</strong> con débil y chillona voz.<br />
Había hablado uno de los niños franceses que habían estado<br />
jugando junto al agua. Aquél habíase acercado al grupo sin que<br />
nadie se diese cu<strong>en</strong>ta, quedándose al lado d<strong>el</strong> canónigo Prescott.<br />
— Mon pére — repitió la aflautada voz.<br />
— ¡Hola! ¿Qué hay, pequeño? Oui, qu'est-ce qu'il y a, mon petit?<br />
El chiquillo le explicó lo que ocurría. Habíase producido una disputa<br />
<strong>en</strong>tre sus camaradas de juegos. No se sabía a ci<strong>en</strong>cia cierta ya a<br />
quién le tocaba valerse de las calabazas que utilizaban<br />
alternativam<strong>en</strong>te para apr<strong>en</strong>der a nadar. Existían otras cuestiones<br />
de etiqueta que conv<strong>en</strong>ía aclarar. El canónigo Prescott amaba<br />
extraordinariam<strong>en</strong>te a los niños. Le <strong>en</strong>cantaba que éstos recurrieran<br />
a él para actuar como arbitro de sus dis<strong>en</strong>siones. Abandonó su<br />
sillón de bu<strong>en</strong>a gana para acompañar al chiquillo hasta <strong>el</strong> sitio <strong>en</strong><br />
que se hallaban sus amigos. Miss Marple y la señorita Prescott<br />
suspiraron sin <strong>el</strong> m<strong>en</strong>or disimulo, volviéndose ávidam<strong>en</strong>te la una<br />
hacia la otra.<br />
— Jeremy, siempre tan recto, desde luego, se opone<br />
terminantem<strong>en</strong>te a las murmuraciones — manifestó la hermana d<strong>el</strong><br />
canónigo— . Pero por mucho que uno quiera, no se puede ignorar lo<br />
que afirma la g<strong>en</strong>te. Y, como ya le he dicho, <strong>en</strong> los días <strong>en</strong> que<br />
ocurrió la muerte de la señora Dyson, aquélla no se cansó de hacer<br />
com<strong>en</strong>tarios.<br />
— ¿De veras?<br />
Estas palabras de miss Marple no t<strong>en</strong>ían otro objeto que <strong>el</strong> de<br />
ac<strong>el</strong>erar las declaraciones de su amiga.<br />
— Esa jov<strong>en</strong>, <strong>en</strong>tonces la señorita Greatorex, según creo (no lo sé<br />
con seguridad), era prima, o algo por <strong>el</strong> estilo, de la señorita Dyson,<br />
a la cual cuidaba. Se preocupaba de que tomase los medicam<strong>en</strong>tos<br />
a sus horas y otras cosas semejantes -la señorita Prescott hizo aquí