Misterio en el Caribe-Agatha Christie
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Digitalizado por Kamparina para Biblioteca-irc <strong>en</strong> Agosto de 2.003<br />
— ¿Pi<strong>en</strong>sa usted bañarse ya, mister Rafi<strong>el</strong>? — le preguntó su<br />
secretaria.<br />
— Me bañaré cuando esté preparado -replicó mister Rafi<strong>el</strong><br />
secam<strong>en</strong>te.<br />
— Son ya las once y media — señaló la señora Walters.<br />
— ¿Y qué? ¿Es que cree usted que soy uno de esos tipos que viv<strong>en</strong><br />
<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ados a las manecillas d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>oj? Hay que hacer esto d<strong>en</strong>tro<br />
de una hora; hay que hacer aqu<strong>el</strong>lo veinte minutos después... ¡Bah!<br />
Había transcurrido ya algún tiempo desde <strong>el</strong> día <strong>en</strong> que la señora<br />
Walters <strong>en</strong>trara al servicio de mister Rafi<strong>el</strong>. Naturalm<strong>en</strong>te, había<br />
t<strong>en</strong>ido que adoptar una línea de conducta. Ella sabía, por ejemplo,<br />
que al viejo le agradaba reposar unos mom<strong>en</strong>tos, después d<strong>el</strong><br />
baño. Por consigui<strong>en</strong>te, le había recordado la hora. Esto provocaba<br />
una instintiva reb<strong>el</strong>día por su parte. Ahora bi<strong>en</strong>, al final mister Rafi<strong>el</strong><br />
t<strong>en</strong>dría muy <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta la advert<strong>en</strong>cia de la señora Walters sin<br />
mostrarse por <strong>el</strong>lo sumiso.<br />
— No me gustan estas sandalias -manifestó <strong>el</strong> viejo, levantando un<br />
pie— . Ya se lo dije a ese estúpido de Jackson. No me hace nunca<br />
<strong>el</strong> m<strong>en</strong>or caso.<br />
— Le buscaré otras, ¿quiere usted?<br />
— No. No se mueva de ahí. Y procure estarse quieta. Me fastidia la<br />
g<strong>en</strong>te que no cesa de correr de un lado para otro.<br />
Ev<strong>el</strong>yn se movió ligeram<strong>en</strong>te sobre su lecho de ar<strong>en</strong>a, estirando los<br />
brazos.<br />
Miss Marple, absorta <strong>en</strong> su labor — eso parecía al m<strong>en</strong>os— ,<br />
ext<strong>en</strong>dió una pierna, apresurándose a disculparse...<br />
— Lo si<strong>en</strong>to... ¡Oh! Lo si<strong>en</strong>to mucho, señora Hillingdon. La he tocado<br />
con <strong>el</strong> pie.<br />
— ¡Bah! No ti<strong>en</strong>e importancia — replicó Ev<strong>el</strong>yn— . Esta playita se<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra atestada de g<strong>en</strong>te.<br />
— Por favor, no se mueva. Colocaré mi sillón un poco más atrás, de<br />
modo que no pueda molestarla de nuevo.<br />
Habiéndose acomodado mejor, miss Marple prosiguió hablando con<br />
su peculiar estilo infantil y la locuacidad de que hacía gala <strong>en</strong><br />
ocasiones.<br />
— Todo lo de esta tierra se me antoja maravilloso. Yo no había<br />
estado nunca, antes de ahora, <strong>en</strong> las Indias Occid<strong>en</strong>tales. Siempre<br />
p<strong>en</strong>sé que me quedaría sin ver estas islas... Y, sin embargo, aquí<br />
me ti<strong>en</strong><strong>en</strong> ustedes. T<strong>en</strong>go que decirlo: gracias a la amabilidad de<br />
uno de mis sobrinos. Me imagino que usted conoce perfectam<strong>en</strong>te<br />
esta parte d<strong>el</strong> mundo. ¿Es cierto, señora Hillingdon?<br />
— Había estado aquí un par de veces antes y conozco casi todas<br />
las islas restantes.