Misterio en el Caribe-Agatha Christie
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Digitalizado por Kamparina para Biblioteca-irc <strong>en</strong> Agosto de 2.003<br />
CAPITULO SIETE<br />
POR LA MAÑANA EN LA PLAYA<br />
Serían alrededor de las diez...<br />
Ev<strong>el</strong>yn Hillingdon salió d<strong>el</strong> agua, t<strong>en</strong>diéndose <strong>en</strong> la dorada y<br />
cali<strong>en</strong>te ar<strong>en</strong>a de la playa. Luego se quitó <strong>el</strong> gorro e hizo unos<br />
<strong>en</strong>érgicos movimi<strong>en</strong>tos de cabeza. La playa no era muy grande. La<br />
g<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>día a congregarse allí por las mañanas y alrededor de las<br />
once y media se c<strong>el</strong>ebraba una especie de reunión de sociedad.<br />
A la izquierda de Ev<strong>el</strong>yn, <strong>en</strong> un moderno sillón de mimbre de<br />
exótico aspecto, descansaba la señora de Caspearo, una hermosa<br />
v<strong>en</strong>ezolana. Cerca de <strong>el</strong>la se <strong>en</strong>contraba <strong>el</strong> anciano mister Rafi<strong>el</strong>,<br />
que era <strong>el</strong> decano de los huéspedes d<strong>el</strong> «Gold<strong>en</strong> Palm Hot<strong>el</strong>». Su<br />
autoridad pesaba <strong>en</strong> aqu<strong>el</strong> medio, todo lo que puede pesar la<br />
dimanada de un hombre <strong>en</strong> posesión de una gran fortuna, ya<br />
anciano e inválido. Esther Walters cuidaba de él. Llevaba siempre<br />
consigo un bloc y lápiz de taquigrafía, por si acaso mister Rafi<strong>el</strong> se<br />
veía forzado a adoptar decisiones rápidas con r<strong>el</strong>ación a cualquier<br />
negocio, al tanto de los cuales se mant<strong>en</strong>ía por correo y cable. A<br />
mister Rafi<strong>el</strong> se le veía increíblem<strong>en</strong>te seco <strong>en</strong> traje de baño. Sus<br />
escasas carnes cubrían un esqu<strong>el</strong>eto deformado. Parecía, sí,<br />
<strong>en</strong>contrarse al borde de la muerte, pero lo más curioso era que<br />
hacía ocho años que ofrecía aqu<strong>el</strong> aspecto. Por lo m<strong>en</strong>os, eso era<br />
lo que se afirmaba <strong>en</strong> las islas. Por <strong>en</strong>tre sus arrugados párpados<br />
asomaban unos ojos azules, vivarachos, p<strong>en</strong>etrantes. No había<br />
nada que le produjera más placer que negar lo que cualquier otro<br />
hombre hubiera dicho.<br />
También miss Marple se <strong>en</strong>contraba por allí. Como de costumbre<br />
estaba s<strong>en</strong>tada, haci<strong>en</strong>do punto de aguja. Escuchaba todo lo que<br />
se decía y de vez <strong>en</strong> cuando interv<strong>en</strong>ía <strong>en</strong> las conversaciones.<br />
Solía sorpr<strong>en</strong>der <strong>en</strong>tonces a los que charlaban porque éstos,<br />
habitualm<strong>en</strong>te, ¡llegaban a olvidarse de su pres<strong>en</strong>cia! Ev<strong>el</strong>yn<br />
Hillingdon la miraba indulg<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, juzgándola una anciana muy<br />
agradable.<br />
La señora de Caspearo se frotó sus largas piernas con un poco más<br />
de aceite. Era una mujer que ap<strong>en</strong>as hablaba. Parecía disgustada<br />
con su frasquito de aceite, que utilizaba para broncearse.<br />
— Éste no es tan bu<strong>en</strong>o como <strong>el</strong> «Frangipanio» — murmuró<br />
<strong>en</strong>tristecida— . Pero aquí no puede conseguirse aquél. Es una<br />
lástima — añadió, bajando la vista.