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Solemnidad: Natividad del Señor. Cicl - Autores Catolicos

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HISTORIA<br />

I-II-5<br />

De cómo los malos destruyen o<br />

pervierten las obras de los buenos.<br />

“Como todos los hombres de acción, Cortés perdía<br />

pronto el interés en las cenizas de los hechos pasados.<br />

En Narváez sólo veía las cenizas de un adversario y no<br />

le prestaba bastante atención para darse cuenta de que<br />

bajo aquellas cenizas todavía ardían las ascuas de un<br />

añejo resentimiento prontas a llamear otra vez”.<br />

“Entretanto el tratado entre Garay y Cortés pereció<br />

a manos de la suerte. Era parte integrante <strong>del</strong> tratado<br />

que Cortés haría uso de su autoridad para obligar a los<br />

desertores de Garay a volver a la obediencia, pero no<br />

fue posible hacer efectiva esta promesa, pues la<br />

mayoría de los soldados de Garay, antes de volver a sus<br />

banderas, se alejaron todavía más tierra adentro,<br />

causando numerosos daños a los naturales, y provocando<br />

así alzamientos y desórdenes que no sólo causaron el<br />

exterminio de la bandas de Garay, sino que llegaron a<br />

poner en peligro a Santisteban <strong>del</strong> Puerto, ciudad<br />

fundada por Cortés, la cual disciplinada y fuerte,<br />

resistió el ataque indígena. Cortés recibió estas<br />

noticias con el consiguiente disgusto, al ver que sus<br />

pacientes esfuerzos para conquistarse la buena voluntad<br />

de los naturales quedaban destruidos por la intrusión<br />

de los incompetente. En cuanto a Garay, le afectó tanto<br />

esta situación que habiendo cogido un resfriado la<br />

noche de Navidad, después de cenar con Cortés, le dio<br />

una pulmonía y murió tres días más tarde”.<br />

“La muerte de Garay era la segunda que se producía en<br />

dramáticas circunstancias cerca de Cortés en poco más<br />

de un año. Ya tenía pábulo la envidia. Ya podían<br />

guiñarse los ojos biliosos y agitarse las lenguas<br />

emponzoñadas: Garay había muerto envenenado”. (Salvador<br />

de Madariaga: Hernán Cortés, Austral, pág. 485).<br />

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