Solemnidad: Natividad del Señor. Cicl - Autores Catolicos

El Beato Josemaría se adentra en la dichosa
oportunidad que tenemos de responder al regalo divino
de la redención que hoy comienza. “Cuando se ama de
verdad -decía- no hay sacrificio costoso; el amor todo
lo espera y todo lo entrega. La Pasión, -o su
nacimiento en las condiciones pasmosas de pobreza-,
sólo tiene una explicación en el amor. Mortificación,
oración del cuerpo y del alma. Pon amor y te parecerá
poco lo que haces”. (p. 214).
Estamos poniendo las bases de la personalidad
cristiana. Y, por ende, estamos tocando el corazón de
la familia. Y, si alguien pretende constituir una
familia conforme al plan divino, ha de iniciarse en
estos fundamentos. Quien quiera constituir una familia
o rehacerla que se haga buena persona y buen cristiano.
Y esto es oportuno porque lo que derrumba a la familia
es sólo y exclusivamente el pecado humano. Y, al hablar
de la familia, por extensión, entendemos todos los
modos legítimos de sociabilidad humana, toda lo
sociedad. Nada ha de sustraerse a las leyes del amor
divino. La salvación individual y de la familia implica
un sometimiento a la voluntad amorosa del Señor.
D. Javier al narrar la vida santa de D. Josemaría
dice que vivía el minuto heroico en las ocupacionesy en
la vida de piedad, concediendo a cada práctica el
tiempo señalado en la dirección espiritual, sin
recortarlo ni alargarlo. En la convivencia se esforzaba
por hablar y estar de buen humor, llevando la
conversación con garbo, pendiente de los demás.
Procuraba mantener la alegría, también cuando se
encontraba cansado. Cuidaba no molestar a los demás,
cuando debía hacer cosas de trabajo material en la
casa; abriendo y cerrando las puertas sin ruidos ni
portazos. Entre miles de detalles, me enseñó a recoger
las colillas y limpiar el cenicero; a tener las sillas
bien colocadas en la habitación; a dejar las mesas
limpias y las habitaciones ventiladas; a no rozar las
paredes con los muebles. Desde muy pequeño había
aprendido de su mamá a dejar las cosas en su sitio,
aunque tuvieran servicio, porque, -les decía-, los
demás no están para ordenar lo que nosotros
desordenamos.
Nos decía: “que sea verdad que nos gastamos, que
nos entregamos, sin tontadas, sin complicaciones;
buscando con delicadeza y con optimismo el modo de
servir a Dios. Cuando nos convencemos de que nuestro
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