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Solemnidad: Natividad del Señor. Cicl - Autores Catolicos

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La inmensa mayoría de los cristianos, para<br />

salvarse, para caminar como Dios quiere en esta vida,<br />

han de ser capaces, con la gracia <strong>del</strong> <strong>Señor</strong>, de<br />

constituir una familia cristiana que transforme el<br />

hogar en un trasunto <strong>del</strong> de Nazaret, en un remanso de<br />

respeto, de amor y de paz. Y, pueden lograrlo, si se<br />

someten, si tienen la sabiduría de aprender a respetar<br />

y a querer. Y eso se aprende conformándose con el<br />

Corazón que palpita en Belén.<br />

No olvidemos nunca, que los necios no obedecen a<br />

nada, todo lo hacen sin ton ni son. Todo está a merced<br />

de sus antojos. Los antojos y caprichos se suelen<br />

vestir en nosotros de culto a la espontaneidad, y que<br />

canta más o menos así: Yo soy así, es mi modo de<br />

pensar, es mi modo de ser. Se trata de una coartada<br />

para no servir, para no someterse a la tarea de hacer<br />

el bien.<br />

Este culto es un convencimiento generalizado de que<br />

todos los espontáneos caprichos y veleidades, por el<br />

hecho de serlo, son respetables. Se les considera como<br />

una ley, natural a la cual hay que someterse como<br />

esclavos, como esclavos <strong>del</strong> libertinaje. Se trata de<br />

una enfermedad extendida como una auténtica epidemia<br />

con efectos desastrosos. Nosotros, espontánea y<br />

naturalmente somos ignorantes, necios y maleducados.<br />

El hombre actual se somete a las leyes de la<br />

ciencia y la técnica como un corderito, y, sin embargo,<br />

pretende desconocer la orientación sobrenatural de todo<br />

lo creado, y de su propia personalidad. Cuando Jesús<br />

entra en el mundo se presenta como venido con un cuerpo<br />

para hacer la voluntad divina y darnos ejemplo de cómo<br />

hemos de vivir. Sin Él, a los ojos de Dios, somos<br />

despreciables. Él, y sólo Él, nos condimenta de manera<br />

que seamos reflejo de un amor celeste y eterno que<br />

nunca acaba, que nada en felicidad. Felicidad que a<br />

todos deseamos. Felicidad, que aún al mayor enemigo,<br />

deseamos sin dudar.<br />

La razón <strong>del</strong> acercamiento divino a los hombres es<br />

manifestarnos su amor inmarcesible. Y, Jesús, por el<br />

peso de ese amor, desciende <strong>del</strong> cielo y nace, vive y<br />

muere. El Credo lo dice: “por nuestra salvación bajó<br />

<strong>del</strong> cielo”. Este amor que Él nos aporta es el que ha de<br />

empapar toda la vida humana a fin de que tenga sentido.<br />

Y, dentro de toda la vida humana, la familia es un<br />

apartado capital.<br />

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