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100<br />

Vida en comunidad<br />

Historias e intrahistorias en Arcas<br />

D<br />

e nuevo el cronista de esta vetusta comunidad<br />

se dispone a hilvanar algunos recuerdos<br />

de estos últimos meses. Como novedad<br />

debo señalar que el “joven” de la comunidad acaba<br />

de cumplir setenta años. No obstante, somos lo bastante<br />

jóvenes como para servir al Señor con diligencia<br />

e ilusión, lejos de las “clases pasivas” de que<br />

tanto hablan nuestros políticos. Estamos en línea con<br />

san Pablo cuando dice “aunque este nuestro hombre<br />

exterior se va desgastando, el interior se renueva de<br />

día en día".<br />

Todos los años la empresa de restauración nos<br />

presenta, sin previo aviso, una comida un tanto exótica.<br />

Este año la tuvimos a finales de noviembre. Globos<br />

multicolores y guirnaldas pendían del techo.<br />

Banderas asturianas cubrían las paredes. La carta del<br />

menú en lugar bien destacado atraía nuestras miradas.<br />

Según íbamos entrando, dos personajes, ataviados<br />

con trajes regionales asturianos, nos ofrecían un culín<br />

de sidra para abrir boca. Uno era Verónica, representante<br />

de la empresa, ataviada con la saya roja orlada<br />

con cenefa negra. Un paño de hombros cubría la espalda<br />

y se cruzaba en el pecho. El otro era el Hno.<br />

Amancio, vestido con calzón y chaleco negros, que<br />

contrastaban con la camisa blanca y la faja roja. Un<br />

pañuelo oscuro ceñía su frente. Parecía un guaje de<br />

Cangas.<br />

Iniciamos el ágape con chorizo a la sidra. Siguieron<br />

las fabes con almejas, estaban deliciosas. Acabamos<br />

con los escalopines al queso de cabrales. Y como<br />

colofón, no podía faltar el postre dulce, la tradicional<br />

tarta de arroz con leche, que nos supo a gloria.<br />

Y entre plato y plato, culines de sidra a discreción.<br />

Alguien, poco hábil en estos manejos, al escanciar<br />

la sidra, colocó mal el vaso y el chorro fue a parar a<br />

los pantalones, con el consiguiente regocijo y tomadura<br />

de pelo de los comensales próximos. ¡Ya no eres<br />

un crío para mojar los pantalones!, le motejaron.<br />

Unas tonadas de gaita asturiana completaban el ambiente.<br />

Cerramos este memorable yantar con el popular<br />

“Asturias patria querida”, cantado a pleno pulmón.<br />

Sin duda los huesos de Don Pelayo se estremecieron<br />

en la tumba al oírlo.<br />

Hno. Pedro Méndez<br />

Desgraciadamente, ahora me toca cambiar de registro,<br />

es ley de vida. Al atardecer de la festividad de<br />

Todos los Santos, mientras la comunidad alababa al<br />

Señor en las vísperas, nuestro querido Hermano Alfredo<br />

se acogía en los brazos del Padre. Toda una<br />

vida de servicio al Señor en el Altiplano o en Santander,<br />

no podía por menos de recibir el abrazo cariñoso<br />

del Padre en fecha tan memorable. En ésta su última<br />

etapa de vida, al tiempo que la enfermedad y el dolor<br />

iban minando su humanidad, su espíritu se purificaba<br />

y aquilataba. Los Hermanos y familiares, especialmente<br />

sus hermanas Maruja y Nieves, hemos sido<br />

fieles testigos del lento proceso de decadencia, de<br />

verle morir un poco cada día. Sin duda el Hno. Alfredo<br />

era consciente de que este dolor le preparaba una<br />

eternidad de gloria.<br />

Su cuerpo, expuesto en la capilla todo el día de los<br />

Fieles Difuntos, nos ayudó a reflexionar sobre la<br />

muerte. A las ocho de la tarde participamos en la<br />

misa por su eterno descanso. Nos acompañaron los<br />

Hermanos y asociados de la ciudad, su hermana Maruja<br />

y sobrina, religiosos de las comunidades próximas<br />

y Teo, asociado de Santander, entre otros. Al día<br />

siguiente se tuvo en Bujedo el funeral y sepelio. A causa<br />

de una fuerte tormenta se cortó la luz y tuvimos la celebración<br />

con velas y linternas. Como no funcionaba el<br />

órgano, hubo que hacer los cantos y responsos a capela.<br />

Gracias al Hno. Carlos Cantalapiedra resultó todo muy<br />

digno. Además de los Hermanos, asistieron al funeral sus<br />

cinco hermanos, sobrinos y demás familiares. También<br />

asistió un grupo de antiguos alumnos del Colegio La<br />

Salle de Santander. Su muerte es para nosotros un aldabonazo<br />

que nos recuerda que la vida adquiere su pleno<br />

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