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sentido en el momento de la muerte. ¡Descansa en la paz<br />
del Señor, Hno. Alfredo!<br />
Un sábado, a finales de septiembre, fuimos a la<br />
Santa Espina para compartir la tarde con los Hermanos<br />
de aquella comunidad. Algunos, los más potables,<br />
subimos al páramo para respirar el aire puro de<br />
los Torozos. Caminamos por las veredas, nos adentramos<br />
en los encinares; uno, con sentido más pragmático,<br />
se dedicó a recoger endrinas con las que el<br />
Hno. Eduardo haría posteriormente pacharán. Al final<br />
convergimos en la viña para probar las uvas ya en<br />
sazón; al atardecer participamos en la Eucaristía.<br />
Después compartimos la cena las dos comunidades<br />
en amigable hermandad. A eso de las diez regresamos<br />
a casa.<br />
Quiero mencionar de pasada un breve extracto de<br />
una reunión comunitaria. En este caso sobre la vida<br />
interior. Entre otras cosas se dijo que la interioridad<br />
nos lleva a vivir el misterio pascual de Cristo, a vivir<br />
el bautismo para morir al pecado y recobrar la gracia.<br />
Supone vivir en una perpetua Eucaristía o reconcilia-<br />
Vida en comunidad<br />
ción. Debemos estar constantemente insertados en<br />
Cristo por el espíritu. El Santo Fundador lo expresa<br />
con las aclamaciones “Acordémonos de que estamos<br />
en la santa presencia de Dios” y “Viva Jesús en<br />
nuestros corazones”. Nuestra relación con Dios debe<br />
efectuarse a través de la humanidad de Cristo. Él nos<br />
introduce en la Trinidad. La Palabra de Dios unifica a<br />
todos los miembros de la comunidad, les hace participar<br />
de un mismo sentir. Además es el instrumento<br />
que Dios emplea para medir nuestras conductas. Un<br />
Hermano dijo algo que no nos puede dejar indiferentes:<br />
“La vida interior es una asignatura pendiente<br />
entre nosotros. Nos falta sencillez para ir al encuentro<br />
personal con Dios. Y se preguntaba: “¿cómo nos<br />
ve el personal de la casa?, ¿nos ven serviciales, caritativos<br />
o bien gruñones?”.<br />
Tengo que señalar, finalmente, que D. Balbino<br />
García y Dña. Severina Arteaga, padres del Hno.<br />
Alberto, residen con nosotros desde finales de agosto.<br />
Por su edad avanzada y achaques ya no podían vivir<br />
solos en el pueblo. Se les ha ofrecido la posibilidad<br />
de estar bien atendidos en nuestra casa. Severina tuvo<br />
la mala suerte de caerse en la enfermería y se rompió<br />
la cadera. Le han puesto una prótesis y se va defendiendo<br />
con el andador. El Hno. Alberto viene con<br />
frecuencia de La Santa Espina para acompañarlos.<br />
Acabo la relación de estas historias e intrahistorias<br />
en la festividad de los Santos Inocentes. No obstante<br />
doy fe de que todo lo expuesto se ajusta a realidad,<br />
aunque esté ligeramente iluminado. Feliz año y hasta<br />
la próxima.<br />
<strong>horizonte</strong> 101