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Nos esperan<br />
Roma el segundo noviciado. Será director del postulantado<br />
en la ciudad de Cuzco. Vuelve a Bolivia para<br />
ser director en la ciudad de Oruro, luego profesor en<br />
Santa Cruz de la Sierra hasta 1973 que viene a Madrid<br />
para terminar su licenciatura en Filosofía. De<br />
vuelta a Bolivia será director en bastantes ciudades<br />
en los siguientes años: La Paz, en dos periodos, Tarija<br />
y Cochabamba. En 1987 vuelve al Distrito de Valladolid<br />
y se incorpora al Colegio La Salle de su querida<br />
ciudad de Santander donde será profesor en el<br />
colegio y en el barrio pesquero.<br />
Ayer, Alfredo, les pregunté por ti a algunos Hermanos<br />
que vivieron contigo en la comunidad de Santander<br />
y mira lo que me dijeron:<br />
“Para quienes vivimos con él sería imposible no<br />
recordar la capacidad que tenía de crear un ambiente<br />
alegre y jovial. Le encantaba poder salir a pasear<br />
con los Hermanos, tomar el coche y perderse con la<br />
comunidad en momentos de descanso y de ocio compartido.<br />
Y en esos momentos, lo mismo que en el<br />
comedor, en el patio, en la sala de comunidad, desplegaba<br />
su capacidad de simpatía y sembraba el<br />
buen humor. Le encantaba rememorar anécdotas de<br />
lo vivido en América, de su infancia, y a quienes<br />
vivíamos con él nos encantaba escucharlas. Cuando<br />
vino de América la segunda vez, ya mayor, no quiso<br />
estar de más, sino que estuvo siempre al servicio de<br />
lo que fuera necesario, brindándose con entusiasmo<br />
para realizar sustituciones y todo lo que hiciera falta.<br />
Y como tenía un humor tan vivo y una capacidad<br />
de ironía tan desarrollada, los alumnos disfrutaban<br />
con su compañía, aunque sabiendo siempre que al<br />
Hno. Alfredo había que tenerle mucho respeto, porque<br />
era un hombre de autoridad natural”.<br />
Otro Hermano me ha dicho: “Yo viví con Alfredo<br />
en Santander. Era una bellísima persona con un juicio<br />
extraordinario. Hacía favores siempre aunque fuesen<br />
costosos y era abnegado. Tenía buen humor y en las<br />
conversaciones era ameno. Había gente que no comprendía<br />
su manera de ser. Estuvo muchos años en América<br />
y eso pesaba en él. En el Barrio Pesquero hizo una<br />
labor buenísima y era apreciado por todo, sobre todo<br />
por el Director de entonces... A mí me ayudó mucho”.<br />
Y otros Hermanos me han hablado de tu nobleza y<br />
claridad al decir las cosas, de tu espontaneidad, de lo<br />
que te gustaban los paseos y el pasarlo bien con los<br />
Hermanos. ¿Te acuerdas de uno de tus últimos paseos,<br />
con la comunidad de las Arcas Reales a las<br />
Médulas leonesas? Tus rodillas ya estaban delicadas<br />
pero aquellas bellas cuestas no pudieron contigo.<br />
Y de Santander vino como subdirector a la Residencia<br />
de Bujedo y después de una breve estancia en<br />
Madrid tuvo fuerza para volver a su querida Bolivia y<br />
ser director en el colegio de Cochabamba en el año<br />
1999, cuando ya tenía 72 años. De vuelta a Santander<br />
estuvo unos años como jubilado hasta que se incorporó<br />
a la Residencia de las Arcas Reales en el año 2004.<br />
Hermanos, la muerte es sólo un paso. Podemos estar<br />
llenos de dudas, como Tomás, el apóstol. Pero<br />
Jesús se adelanta por dos veces haciéndose presente<br />
en medio de los que se reúnen en su nombre. Nos<br />
ofrece su paz y nos da un pequeño coscorrón en la<br />
persona de Tomás: “… no seáis desconfiados; tened<br />
fe” (Jn 20, 27), y, además, nos garantiza la felicidad<br />
de “… aquellos que, sin ver, creyeron” (Jn 20, 29).<br />
Los muchos signos de Dios se han escrito en la<br />
vida de sus elegidos, de aquellos hombres y mujeres<br />
que se fiaron de Él para ofrecer el testimonio de una<br />
vida que no se acaba. Una vida que desplegamos con<br />
los gestos que ponemos en el vivir cotidiano: compartir<br />
con los Hermanos, poner nuestra vida al servicio<br />
de los otros, ser fieles a la llamada, la persistencia<br />
en ser causa de alegría para los otros. Así lo hizo<br />
nuestro Hermano Alfredo y como a él se nos da el<br />
poder disfrutar ya de ese Espíritu que Jesús ofrece a<br />
los que caminamos por este mundo, en medio de<br />
vaivenes propios de nuestra debilidad; y a los que ya<br />
han resucitado a la vida plena, de una manera definitiva.<br />
Gracias, Padre Dios, por la persona de nuestro<br />
Hermano.<br />
Descansa, Alfredo, Hermano, amigo, en los brazos<br />
amorosos del Padre que te acoge para siempre.<br />
Paséate por el cielo y disfruta de su paz.<br />
¡Que así sea!<br />
<br />
<strong>horizonte</strong>