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principio, solo percibes lo superficial, te llaman la<br />

atención detalles evidentes (el tráfico que parece<br />

loco, gente por todos lados, ruido constante, basura<br />

en las calles…). Pero poco a poco, nuestra mente ha<br />

ido integrando el paisaje y entonces empezamos a ir<br />

más allá de lo superficial, y disfrutar de esta cultura<br />

en forma de nuevos pottus que nos han ido dejando<br />

otras marcas. Nosotros lo definíamos con la expresión<br />

acuñada por otro hermano, ser parte del paisaje,<br />

y por eso no nos quedó más que ver-oír-callar a pesar<br />

la sorpresa o el escándalo. Hemos intentando promover<br />

gestos de interés por la cultura, desde su propia<br />

lengua (hemos aprendido algunas palabras en tamil<br />

para poder comunicarnos con los obreros), hasta la<br />

adopción de costumbres culturales (comer con los<br />

dedos, respeto a lo sagrado, la vestimenta…). Pero si<br />

algo nos marcó de verdad es la hospitalidad de estas<br />

gentes, que no piensan en clave de “yo” sino que<br />

viven en función del “tu”, y que disfrutan abriéndote<br />

las puertas de su humilde casa e invitándote a entrar.<br />

Son muchos los gestos de hospitalidad, muchas las<br />

puertas abiertas que encontramos y las sonrisas que<br />

nos hicieron sentir como en casa.<br />

Bonita experiencia de grupo:<br />

Comenzamos con ilusión cinco personas (Aida<br />

Rubiera, Lucia Busta, José Manuel Merino, Germán<br />

Bolado y María Benito), pero al final María tuvo un<br />

problema de salud que le impidió viajar con nosotros,<br />

aunque ha estado de una u otra forma presente. Cada<br />

uno veníamos de procesos completamente diversos,<br />

con situaciones personales dispares (unos estudiantes,<br />

otros dando clase, otro planteándose el futuro…). Sea<br />

como sea, asumimos la importancia del grupo y lo convertimos<br />

en un pilar fundamental. Ahora sabemos que<br />

fue un acierto porque ha sido uno de las claves del éxito<br />

del proyecto, porque el grupo llegó allá donde uno solo<br />

no podía llegar, porque el grupo apoyó a las personas en<br />

Verano fecundo<br />

momentos de debilidad, y cubrió a aquel que no tenia<br />

fuerzas para seguir cargando chattis de arena. Nos hemos<br />

de dar las gracias los unos a los otros porque cada<br />

uno ha dejado su marca (pottu) particular en los otros.<br />

Una comunidad abierta que acoge:<br />

Nos han marcado los cuatro Hermanos que viven<br />

en el colegio. Ellos han hecho que nuestra estancia en<br />

Tuticorin sea algo inolvidable, una fiesta constante y<br />

una experiencia fraterna enorme. Hemos compartido<br />

con ellos los ritmos habituales (oraciones, comidas,<br />

ocio, diálogos…) y nos han hecho sentir desde el<br />

primer día como uno más, o más bien como invitados<br />

especiales. Ellos nos han mostrado su país desde el<br />

diálogo sin tapujos, presentándonos a otras personas,<br />

en diversas excursiones… Han estado pendientes de<br />

nosotros constantemente, al tiempo que seguían atendiendo<br />

sus obligaciones en la escuela (porque aquí la<br />

clase había empezado ya). Su único objetivo durante<br />

seis semanas fue que estuviéramos a gusto.<br />

Menos poesía y más realismo:<br />

A menudo pensamos en los pobres, en la austeridad,<br />

se nos llenan la boca de palabras que están bien<br />

como intención, pero que no son creíbles hasta que se<br />

enfrentan al día a día. Vinimos a Tuticorin a colaborar<br />

en la construcción de un hall de entrada al comedor<br />

de los internos. Imaginábamos en Valladolid que<br />

iba a ser duro pero el pensamiento no siente, no sufre<br />

en sus carnes. Llegado el momento de afrontar la<br />

realidad supimos lo que era cansarse, no poder más,<br />

seguir a pesar de que la espalda duele y el cuerpo no<br />

responde. También le pusimos olor a la pobreza, y es<br />

que no es fácil ir en la parte de atrás de una furgoneta<br />

con un montón de niñas que huelen tan diferente a<br />

mí. Y salimos por calles que huelen a putrefacción y<br />

en las que nadie se acuerda de recoger la basura y los<br />

escombros. Una ciudad que parece que alguien dejó a<br />

medio construir. ¿Realmente se puede ser feliz aquí?<br />

Creemos que sí, aunque nuevamente hemos de reconocer<br />

que no podemos ser rotundos porque no hemos<br />

experimentado lo que viven los pobres. En un contexto<br />

en el que mucha gente que duerme en la calle y en el<br />

que se llama hogar a cuatro paredes de paja mal puestas,<br />

nosotros hemos podido dormir en nuestra cama, cobijados<br />

por las cuatro paredes de nuestra habitación, ¡¡con<br />

baño propio!!<br />

<strong>horizonte</strong> 65

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