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44<br />
Reflexión<br />
El papel evangélico y<br />
evangelizador del Hermano en el<br />
ambiente educativo<br />
A<br />
sí reza una de las prioridades de la reunión<br />
intercapitular, que lo ha señalado como uno<br />
de los aspectos importantes de consideración<br />
para el período que falta hasta el próximo Capítulo<br />
General. Así leo en una de las páginas de Intercom,<br />
que es como si una brisa suave alentara, y que<br />
viene a refrescar nuestra tradición lasaliana: “Vuelta<br />
a las raíces”.<br />
Los Hermanos nos vamos reduciendo sensiblemente.<br />
En nuestros centros hay hambre de Evangelio.<br />
Sigue siendo verdad hoy la palabra bíblica: “Pedían<br />
pan los parvulitos y no había quien se lo diera”. No<br />
hace falta explicar a qué “pan” se refiere este texto<br />
escriturario, pero basta con mirar al título de esta<br />
reflexión para tenerlo claro.<br />
¡La Evangelización! Después del precepto del<br />
AMOR: “Un mandamiento nuevo os doy: que os<br />
améis unos a otros como YO os he amado”, Jesús<br />
manda, en otro momento, a sus apóstoles y discípulos<br />
a desarrollar la obra fundamental de su predicación:<br />
evangelizar: “Id por todo el mundo y predicad el<br />
Evangelio. El que crea y se bautice…”. El mandato<br />
de Jesucristo es claro: ir por todo el mundo y predicar el<br />
Evangelio. Los resultados quedan a la libre respuesta<br />
del evangelizado, que acepta, rechaza o permanece<br />
indiferente ante la predicación. Es una cuestión entre<br />
Dios y él. Pero esta segunda parte no incumbe al evangelizador,<br />
si bien debe pedir constantemente a Dios que<br />
bendiga su misión con resultados de conversión, de<br />
modo que la respuesta sea positiva, de adhesión, y que<br />
sea cada vez menor la respuesta negativa o la indiferente<br />
de los evangelizados.<br />
La Iglesia ha sido fiel a este mandato misionero<br />
desde los comienzos. Ahí está el resultado en los<br />
distintos continentes en donde la respuesta ha sido, al<br />
menos discreta y, en algunos, maravillosa y, consecuentemente,<br />
los cristianos hemos colmado hoy el<br />
ecúmene.<br />
Hno. Melchor Peirotén<br />
El Occidente tuvo figuras próceres, misioneros insignes<br />
e incansables, para intentar ir incorporando a<br />
la Iglesia pléyades de paganos viendo cómo, a su<br />
paso, aparecían nuevos “Pentecostés” y frutos opimos<br />
de nuevos cristianos. Como dice el salmo: “al ir,<br />
iban llorando echando la semilla. Pero, al volver,<br />
volvían exultantes trayendo en sus manos las gavillas”.<br />
La evangelización nunca ha estado exenta de dificultades,<br />
de peligros y de persecuciones. La Iglesia<br />
posee una corona inmarcesible de mártires que dieron<br />
su vida por la Buena Causa. Los frutos no han sido<br />
siempre tangibles al momento. Pero la Iglesia nunca<br />
ha acobardado. Muy al contrario, ha ocupado siempre<br />
la posición de los puntos más estratégicos con unos<br />
evangelizadores a pecho descubierto.<br />
<strong>horizonte</strong>