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Nos esperan<br />
Hno. Josué García Valderrábano (1935-2011)<br />
E<br />
stimado celebrante, familiares, Hermanos y<br />
amigos todos:<br />
Convencidos estamos de que pequeños golpes son<br />
capaces de derribar corpulentos árboles. Y un árbol<br />
de gigantesca magnitud humana en el bosque lasaliano<br />
fue el Hno. Chencho. Árbol frondoso, me dicen<br />
los que le conocieron en otros tiempos<br />
en apartadas latitudes, pletórico<br />
de excelentes frutos que supo ofrecer<br />
a cuantos se acogían a la sombra de<br />
su espiritualidad, sabiduría y entrega<br />
que caracterizaron su paso por aquellos<br />
lejanos mundos de su apostolado.<br />
Ya maduro el árbol, los golpes<br />
de la enfermedad en esta naturaleza<br />
que parecía resistir los embates de la<br />
adversidad y, ya sin fuerzas, lo vimos<br />
declinar, dominado por la enfermedad<br />
los últimos años en la<br />
Residencia de las Arcas Reales, en<br />
Valladolid.<br />
Esta mañana la Palabra de Dios<br />
viene en nuestra ayuda para acercarnos<br />
a la vida de aquellos que nos han<br />
precedido en un compromiso de entrega radical, generosa,<br />
desinteresada a Dios.<br />
El libro de los Hechos habla de constancia en la<br />
escucha de la Palabra, de esfuerzo por construir la<br />
vida en común, por participar de la Eucaristía, por<br />
celebrar la alegría del encuentro con los Hermanos ya<br />
sea en la comida o en la oración… En definitiva, por<br />
ser hombres y mujeres de fe que hagan surgir la pregunta<br />
por Dios a aquellos que nos ven.<br />
Así ocurrió en el calor del hogar de los García<br />
Valderrábano. Allí el niño Josué encontrará un ambiente<br />
en el que se respira y vive la Palabra de Dios.<br />
Nace en tierras palentinas en el pueblo de Itero Seco<br />
en el que viven sus padres Ulpiano y Agapita, el 14<br />
de noviembre de 1935. Un pueblo de viva tradición<br />
lasaliana en el que muchos jóvenes orientaron sus<br />
vidas por los senderos de la vida religiosa. De modo<br />
particular en el hogar de nuestro joven Josué se vivía<br />
un misticismo lasaliano ya que su madre, Dña. Agapita,<br />
tenía dos hermanos religiosos de La Salle. El<br />
mayor Heliodoro, al que también el impulso misionero<br />
le hizo cruzar el Atlántico para ofrecer sus prime-<br />
Hno. Andrés Corcuera<br />
Homilía en el funeral (24 de enero de 2012)<br />
ros años de apostolado en Colombia y al que luego<br />
acogió nuestro colegio de Lourdes. El otro, Pedro,<br />
Luis Antonio era su nombre de Hermano, hizo de<br />
Premiá y sus entornos el campo de sus actividades<br />
docentes, antes de incorporarse a nuestro Distrito.<br />
Los dos están enterrados aquí en Bujedo y han salido<br />
a tu encuentro, Chencho, para llevarte hasta la presencia<br />
del Padre.<br />
A este encuentro definitivo le precede<br />
una vida intensa e interesante.<br />
Ya cumplidos los 16 años, el 2 de<br />
junio de 1952 traspasa el umbral del<br />
noviciado. Tomará el hábito lasaliano<br />
con un nuevo nombre, el de Inocencio,<br />
por el que se le conocerá hasta<br />
los años del Concilio. Cariñosamente,<br />
para cuantos convivieron con él,<br />
Hermanos, alumnos y padres era el<br />
Hno. Chencho.<br />
Terminado el periodo formativo<br />
en el escolasticado de La Providencia<br />
en Honduras, fue enviado a Panamá<br />
en 1957. Desde entonces inicia un<br />
brillante periplo como incansable y<br />
esforzado paladín en los campos educativos<br />
de distintos países: Nicaragua, Costa Rica,<br />
Honduras fueron testigos de su incontenible entusiasmo,<br />
que le permitía orillar los escollos que encontraba<br />
en el camino. Me hablaba ayer en Roma, un<br />
Hermano que vivió con él por esas tierras, de lo fecundos<br />
que fueron los años vividos en la ciudad de<br />
Managua. Allí realizó la licenciatura en Psicología y<br />
Pedagogía que posteriormente culminó con una<br />
Maestría en Educación realizando su tesis en la que<br />
aborda un detallado estudio de los problemas de la<br />
juventud. Me decía “que en esta ciudad vivió el violento<br />
terremoto de 1972 que la dejó casi destruida.<br />
Por entonces disponía nuestro Instituto Pedagógico<br />
de una flamante flota de autobuses de la que el Hno.<br />
Chencho era responsable y solidariamente los puso al<br />
servicio de los que habían perdido todo y buscaban<br />
acogida en otros lugares”.<br />
San Pedro de Sula, Colón y San José, entre otros, serán<br />
espacios propicios para las múltiples actividades del<br />
incansable Hno. Chencho hasta que la enfermedad, ya<br />
en Panamá, llama a su puerta y le va deteriorando poco<br />
a poco, lentamente, en sus años posteriores en España.<br />
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