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¿Qué es lo que me indigna?<br />
¿C<br />
ómo ignorar la petición para colaborar en<br />
esta revista, cuando la proposición se nos<br />
hace con tanta amabilidad? Con todo, alguna<br />
vez ignoro las invitaciones, pagando después el<br />
precio de un ligero remordimiento de conciencia, por<br />
eso prefiero responder en esta ocasión. Y máxime<br />
cuando el tema que se nos propone es tan fácilmente<br />
abordable. Porque, ¿quién no puede escribir una lista,<br />
por breve que sea, de las cosas que a uno le indignan?<br />
Al menos a mí me saldría una lista bastante nutrida,<br />
lo cual no sé si dice mucho a mi favor. Y, como no se<br />
trata de elaborar ninguna lista, enunciaré solamente<br />
algunas de las causas de mi indignación.<br />
De entrada, y sin poner ningún freno a lo que me<br />
viene a la mente, puedo decir que me indigna la falta<br />
de responsabilidad. Eso de quedar con gente para<br />
hacer algo y que ni llega, me sienta fatal. Y me indigna,<br />
en el mismo sentido, que no se respete la palabra<br />
dada; y la indiferencia ante lo que ocurre, la pasividad,<br />
la falta de decisión. Y me indigna que haya personas<br />
que miren por encima del hombro a los demás, que<br />
traten al otro como un trapo… Todas estas son situaciones<br />
de calado grueso, que creo que nos indignan a<br />
todos, así que en ellas no hay nada de especial.<br />
Si tengo que afinar un poco más, para responder<br />
ya desde el punto de vista de la vida religiosa, de<br />
nuestra vida, me viene a la mente algo que me indigna,<br />
aunque aquí el motivo de mi indignación ya no<br />
sea tan grosero. Y me refiero a la falta de flexibilidad<br />
que tantas veces manifestamos, esa especie de esclavitud<br />
del horario, de rigidez ante lo dispuesto y de<br />
incapacidad de cambiar las cosas por un bien mayor.<br />
Y eso que me considero puntual y cumplidor, pero<br />
¿Indignados?<br />
Hno. Esteban de Vega<br />
cuando la puntualidad y el cumplimiento se convierten<br />
en lo más importante que hay que salvaguardar<br />
me indigno mucho. A veces tenemos una falta de<br />
sensibilidad muy grande ante los demás, ante situaciones<br />
concretas, ante visitas, ante personas que, por<br />
lo que sea, no pueden seguir el ritmo impuesto…<br />
Creo que deberíamos anteponer otros valores a los<br />
del mero cumplimiento para poder ser realmente<br />
acogedores, atentos, fraternos. Me indigna, y hasta<br />
me duele, que por exceso de celo no seamos capaces<br />
de dar la prioridad a las personas, que nos escudemos<br />
en lo marcado para disimular nuestra incapacidad de<br />
perder tiempo por los demás, sean alumnos, profesores,<br />
hermanos, familiares…<br />
Pero me voy a centrar en algo muy concreto, algo<br />
que me ha indignado mucho recientemente, aunque<br />
cuando salga este número de Horizonte es posible<br />
que este episodio ya esté casi olvidado. Me refiero al<br />
vídeo que el PSOE ha elaborado sobre la enseñanza<br />
privada, sabiendo que cuando habla de ésta, mete en<br />
el mismo saco a la enseñanza concertada. Me refiero,<br />
por si alguien no lo ha visto, al vídeo en el que un<br />
niño bien, repeinadito y con uniforme de chaqueta y<br />
corbata, va a su colegio acompañado por su criada.<br />
Obviamente no va a un centro público. Cuando ésta<br />
le dice que su hijo también estudia, aunque en un<br />
centro diferente, el niño se alegra, porque así, el día<br />
de mañana, los hijos de la criada podrán seguir sirviendo<br />
a los hijos del niño bien. La conclusión del<br />
vídeo está clara: la enseñanza pública es la de las<br />
clases pobres y la otra enseñanza es la que se encarga<br />
de reproducir el esquema social en que nos encontramos.<br />
<strong>horizonte</strong> 11