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Verano fecundo<br />
Pero, acostumbrados a las comodidades de nuestra<br />
vida cotidiana, esta ha sido una experiencia de austeridad.<br />
Experiencia de lasalianidad:<br />
Hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con<br />
otros voluntarios que venían a otros proyectos en<br />
nombre de PROYDE. Estos encuentros han sido un<br />
cierto oasis en determinados momentos en los que<br />
uno necesitaba explayarse en la lengua madre, pero<br />
también una ocasión para contrastar lo que cada grupo<br />
estaba haciendo, compartir los pequeños pottus<br />
que la India iba dejando en cada uno, darnos cuenta<br />
de la acción de PROYDE a través de distintas manos,<br />
y sentirnos un poco mas familia lasaliana. Además,<br />
hemos visitado algunas obras que tienen los Hermanos<br />
en India, todas ellas destinadas de manera real y<br />
efectiva a los más pobres, porque los colegio están<br />
llenos de gente que no pueden ir a otros lugares al no<br />
poder hacer frente a los costes de su educación. Y<br />
hemos conocido a Hermanos de diversos lugares que<br />
se acercaron al colegio en distintos momentos, pero<br />
especialmente en la fiesta de Nuestra Señora de las<br />
Nieves, un acontecimiento que movilizó la ciudad en<br />
una fiesta continua.<br />
Saborear lo esencial de la vida:<br />
El contacto con la gente de Tuticorin nos demuestra<br />
que cuando uno no se empeña en llenar la vida de<br />
cosas, la vida se siente más ligera, más libre para<br />
apreciar lo que realmente importa y disfrutar de las<br />
cosas pequeñas. Nos hemos visto sorprendidos por<br />
una sociedad bulliciosa, que llena las calles a todas<br />
horas (porque no hay momento del día en que la calle<br />
este desierta), que canta una alegría que a muchos<br />
nos resulta incomprensible (porque en sus circunstancias<br />
nosotros solo tendríamos ganas de llorar,<br />
seguramente), que baila a ritmos vibrantes en un canto<br />
constante a la vida de la que han sabido extraer su<br />
esencia. No conocen otra cosa y por eso no lo echan<br />
en falta. Seguramente es cierto, pero que nadie les<br />
apague esa “inocencia”, no les tratemos hacer ver que<br />
necesitan cosas que en realidad no necesitan, porque<br />
sin ellas viven perfectamente.<br />
La gratuidad de los humildes.<br />
Antes de venir a la India ya nos habían hablado de<br />
los enormes ojos negros de los indios y de sus sonrisas<br />
sin fingimiento pero merecedoras de cualquier<br />
anuncio de pasta de dientes. Y hoy, esas sonrisas y<br />
esos ojos son para nosotros miradas y sonrisas concretas.<br />
Y en cada una de ellas, ningún interés oculto<br />
sino la única pretensión de mostrarnos su cercanía y<br />
de acogernos con humildad, de comunicarse, de mostrar<br />
hospitalidad.<br />
La lección esta ahí para no olvidarla, la lección<br />
del niño que se acerca y tú le preguntas si esta rico el<br />
mango que se ha comprado. Su respuesta no es “si” o<br />
“no”. Su respuesta es extender la mano para ofrecértelo,<br />
para que tú lo compruebes por ti mismo. Estas<br />
gentes se han hecho mucho bien al olvidarse de la<br />
propiedad privada. Aquí no existe el “mío”, sino el<br />
“mío para que todos disfrutemos”. Y lo más grande,<br />
cuando te ofrecen no están esperando recompensa,<br />
sino que brota del sentimiento de gratuidad que habita<br />
en su corazón. En India aprendimos que necesitamos<br />
un corazón libre de tantas ataduras que nos llevan a<br />
sufrimientos inútiles en forma de estrés, depresión, celo<br />
por lo nuestro, miedo a perder lo que tengo… Pero<br />
estamos de nuevo en nuestro primer mundo (en minúsculas<br />
con toda la intención), que con una agresividad<br />
sutil pero sin límites trata de convencernos de<br />
lo contrario.<br />
Un paseo por la marginalidad.<br />
Este es el país de los contrastes. El mundo dentro<br />
de los muros del colegio parece un microcosmos,<br />
donde los niños juegan, sonríen, estudian, van y vienen.<br />
Los hay pobres, pero no se les nota tanto, aunque<br />
a algunos les delata la desnudez de sus pies. Pero<br />
un día sales, y en los 500 metros que nos separan de<br />
<strong>horizonte</strong>