horizonte

que publican el Distrito, el Sector y los colegios. Sé que
son muy creativos, que ganan muchos premios. Se intercambian
experiencias los centros. Están en permanente
formación, tienen cursos de directivos para Hermanos y
seglares, acuden a cursos a Roma.
Hay varios directores y jefes de estudios seglares.
Me parece bien. Pero la educación, con esfuerzo,
autocontrol y disciplina ha descendido, y entendida
como respeto y urbanidad, también.
No sé si sabes, Pedro, que Melchor fue Provincial
electo. ¿Qué ocurrió entonces, Melchor?
El Hno. Superior General, Pablo Basterrechea,
anunció en Madrid que yo era el Provincial de Valladolid.
Había mandado la obediencia, pero yo no la
había recibido todavía. Me felicitó un Hermano de
Madrid. Cogí el tren. Hablé con el Superior. Entendió
mis motivos… y fui Provincial no nato.
Tú, Francisco, exalumno de Melchor, ¿qué recuerdas?
Fui alumno suyo de latín y filosofía en el noviciado
menor. Lo recuerdo con mucho cariño. El latín
que aprendí con él en 5.º de bachiller, me sirvió también
para 6.º. Aprovechábamos los paseos para celebrar
casi campeonatos de filosofía. Todos dominábamos
la asignatura.
¿Por qué se cerró el Colegio Mayor?
Hicimos una encuesta a los directores anteriores, y
concluimos que el Colegio Mayor no respondía a los
objetivos formativos de nuestra Congregación. Tenía
mucho prestigio en la ciudad, pero lo cerramos el año
1983.
Dice el Quijote, II, 34: “Donde haya música no
puede haber cosa mala. La música siempre es indicio
horizonte
Reflexión
de regocijos y de fiestas”. Tú, colocado en el órgano,
interpretabas, cantabas y casi bailabas. ¿Qué ha
significado la música en tu vida?
Ha sido mi hobby, mi afición. Una de las maneras
de hacer felices a los demás. Soy casi autodidacta.
Era profesor del noviciado menor. Cambiaron a los
dos Hermanos que tocaban el órgano, y me dijeron:
Melchor, ahora empieza tú. La música ha sido para
mí como el futbol para los niños: más que enseñarles,
es ponerlos en un campo y echarles un balón. Pero yo
he sido siempre un cantor desde la infancia. Llegué a
Bujedo a la hora de la clase de solfeo. Su resonancia
en los claustros me produjo una satisfacción tan
grande que me dije: aquí hay que ser feliz.
Melchor, llevamos 50 minutos de charla. No has
movido ni el vaso de agua. ¿Estás cansado?
¡No! ¡No! ¡Yo no me canso nunca! … (y lo dice a
sus ochenta y cinco años).
Otra de mis grandes admiraciones es la siguiente:
Nunca te he oído hablar mal de nadie. Ni con insinuaciones.
¿Es que nada te indigna, te deja todo
indiferente, no ves deficiencias en la realidad, o encajas
todos los golpes con mansedumbre francisca?
No soy indiferente, pero así es: no hablo mal de
nadie. Me parece una falta tremenda de humanidad,
de caridad y de amistad. Más todavía: Cuando oigo
hablar mal de alguien, salgo al frente.
He solicitado opiniones sobre ti, Melchor. Hay
unanimidad. Escucha el panegírico: acogedor, líder
espontáneo y comprensivo, inteligente, relaciones
públicas, buen comunicador, artista, músico, deportista,
honesto, brillante profesor, acogedor… Un
poco trotamundos con el padre Varona, S. J., en su
época de Presidente de FERE y CECE. Atrévete y
defínete.
Yo sé lo que el Señor me ha concedido. Le doy
gracias todos los días. Reconozco delante de Dios
que nunca he sentido vanidad. He trabajado, ahí esta
el trabajo. He renovado centros, ahí están los centros.
He tenido cargos… He sido organista. He dirigido
coros. Ahora no puedo. Pues todo está olvidado sin
añoranza. Y vivo en paz, sin nostalgias. Acepto gustoso
mis limitaciones actuales.
Vamos a los orígenes: Naciste el 6 de enero de
1927, en Canicosa de la Sierra. ¿Nos puedes contar
algo de tu infancia, de tu despertar vocacional?
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