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horizonte

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Pero yo tenía la intención de preguntarme por mi<br />

indignación con cosas más próximas a nuestra vida<br />

religiosa o educativa. Y no encuentro con qué o con<br />

quién indignarme. Porque yo mismo estoy viviendo y<br />

actuando esta vida nuestra. Soy agente y paciente de<br />

lo que me gusta y de lo que no me gusta.<br />

No puedo quejarme, por ejemplo, de la falta de<br />

vocaciones, porque yo mismo no he salido ni salgo a<br />

gritar que los jóvenes de hoy precisan de educadores<br />

cristianos, estrellas lasalianas que iluminen el <strong>horizonte</strong><br />

de sus vidas para ofrecerles razones para vivir y<br />

razones para esperar.<br />

No puedo quejarme de que el tercer mundo se<br />

hunde en la ignorancia, donde “piden pan los parvulitos<br />

y no tienen quien se lo reparta”, que decía no sé si<br />

Gersón de aquellos pobres de los que se sintió llamado<br />

nuestro La Salle. No puedo quejarme, si no hago<br />

de la educación para la justicia una prioridad descarada<br />

y de la propaganda misionera una verdadera<br />

pasión; menos aún, si mis propias opciones por un<br />

servicio desinteresado a favor de aquellos (me refiero<br />

a países de pobreza radical y generalizada) que “viven<br />

abandonados a sí mismos en sus primeros años,<br />

cuyos padres no pueden darles la instrucción que<br />

necesitan y una educación honrada y cristiana”, se<br />

quedan en quejas de que deberíamos optar por ser un<br />

instituto más misionero, porque debemos mirar a los<br />

más abandonados de hoy, pero yo me quedo tranquilamente<br />

en mi casa confortable mal-expresando deseos<br />

poéticos. Como el que confieso que quise dirigir<br />

(escribí) al anterior capítulo general en una notita,<br />

para pedir que el instituto repensara su presencia en<br />

¿Indignados?<br />

el tercer mundo, que ya este primero estaba bien<br />

atendido y no había niños sin escuelas, sino que, al<br />

contrario, los padres son multados si los hijos no las<br />

frecuentaban. Y La Salle fue a los que estaban<br />

“abandonados a sí mismos”.<br />

No puedo quejarme del riesgo de difuminación<br />

del espíritu lasaliano en mi colegio o en el del otro<br />

lado, si no me empeño y ayudo a empeñarnos personal<br />

e institucionalmente para que las personas que<br />

dan vida a nuestros centros, a punto de tener una<br />

presencia testimonial de los Hermanos; empeñarme(nos)<br />

para que esas personas, directivos y profesores,<br />

conozcan la razón de ser de un centro educativo<br />

lasaliano y se sientan personalmente, también descaradamente,<br />

puestos ante la alternativa de aceptar ese<br />

espíritu e invitados fuertemente a comprometerse a<br />

dar vida a una comunidad educativa lasaliana, a recrear<br />

en la red unos centros con personalidad propia<br />

cristiana, al estilo de La Salle. Me gustaría que nuestro<br />

capítulo tomara esta formación de los agentes<br />

educativos de nuestros colegios como un deber establecido<br />

para cuantos tienen responsabilidad de animación:<br />

los directores de los mismos, como agentes<br />

inmediatos: pero desde el compromiso ineludible de<br />

los animadores del distrito, en ofrecer pautas para un<br />

plan formativo que permita a nuestros profesores<br />

sentirse conocedores y protagonistas de este ‘nuevo<br />

capítulo de las historia lasaliana’. Ofrecer pautas y<br />

seguir de cerca su aplicación.<br />

No puedo quejarme…<br />

No sigo, porque ya está bien. Tal vez desbarre un<br />

poco. Pero, a lo mejor, no tanto. Reconozco que soy<br />

parte de nuestro mundo, uno más en las ilusiones y<br />

en las perezas. Tengo esperanza. Por eso, expreso<br />

buenos deseos y confío en que serán verdad, juntos y<br />

por asociación, para todos cuantos creemos en La<br />

Salle. Pero también me siento víctima de mis indecisiones,<br />

miedos y limitaciones. Y, por eso, no puedo<br />

indignarme, si no me indigno primero, y sobre todo,<br />

conmigo. No me indigno, pero creo que estamos en<br />

las mejores condiciones para escuchar lo que el Espíritu<br />

está diciéndonos a través de estos acontecimientos.<br />

Sí, como en tiempos de La Salle, vivimos tiempos<br />

difíciles. Como él, estamos llamados a volver a<br />

París. A convertir nuestras vacilaciones e inquietudes<br />

en compromisos.<br />

Indignación… Atención al Espíritu de Dios… Esperanza…<br />

Compromiso… Acción…<br />

<strong>horizonte</strong> 17

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