horizonte

Para la historia del antiguo monasterio de Bujedo.
Sorprendente hallazgo histórico
en una de sus propiedades
E
l antiguo monasterio premonstratense de Santa
María de Buxedo de Candepajares tuvo
abundantes posesiones alejadas del cenobio,
algunas hasta muy alejadas. Varias de ellas, más extensas
y complejas, y más o menos alejadas, reciben
el nombre de “granjas” en los documentos monasteriales,
y en ellas residía permanentemente un monje
del monasterio para el servicio espiritual de las familias
de los empleados y también como representante
de la autoridad abacial o monacal. Una de ellas, desde
el siglo XIII era la granja de Arce-Minapérez, cercana
a Miranda de Ebro, y hoy barrio de la ciudad.
Esta granja comprendía, además de amplia extensión
de terreno, el conjunto del pequeño poblado que
formaban las casas de las familias de los empleados y
la iglesia; ésta y la correspondiente parroquia dependían,
no del obispado, sino del abad de Bujedo. Allí
residía un monje en la casa cural. Actualmente subsisten
el caserío, habitado, y la iglesia. Hace cuarenta
años que publiqué en Distrito la imagen de la Virgen
de esa iglesia, e igualmente varias firmas de abades
bujetenses, tomadas, en los libros parroquiales del
lugar, de los testimonios escritos de las anuales visitas
pastorales del abad a la parroquia monasterial.
El lugar se encuentra inmediato al Ebro, en el ángulo
que forman ese río y el Zadorra en su confluencia;
y está dominado por un cerro en el que se elevó
un importante castro celta de la Segunda Edad del
Hierro, desde el siglo III a.C., y quizá desde dos siglos
antes; al que sucedió posteriormente, y muy
ampliado, otro importante castro romano. Las correspondientes
ciudades acompañaban a esos castros.
Pues bien, en ese lugar de Arce, desde hace ya
unos cuarenta años, comenzaron a efectuarse calas
explorativas y momentáneas excavaciones arqueológicas
que, progresando cada vez más, últimamente
se han convertido en excavaciones más sistemáticas,
que están dando como resultado el hallazgo
horizonte
Hno. Mariano Valdizán
Reflexión
de importantes elementos arquitectónicos romanos y
anteriores a ellos, celtas. Hallazgos tan importantes,
que los arqueólogos tienen ya por cierto el haber
dado con los restos y el emplazamiento de la famosa
ciudad romana, y anteriormente autrigona, de
Deóbriga (“fortaleza del dios”): ciudad que ya se la
suponía situada por estas comarcas, lo que ahora
queda confirmado. Según el itinerario de Antonino,
Deóbriga era la 11.ª mansión de la vía romana Burdeos-Astorga,
por Briviesca. En su tiempo, era una de
las ciudades más importantes del norte peninsular;
que ocupaba unas 16 hectáreas en su época celta y 26
en la romana, y pudo llegar a tener entre seis y siete
mil habitantes.
A la importante ciudad defensiva celta y después
romana, se le han señalado diversos emplazamientos
en varias poblaciones actuales, que se disputan la
gloria de ser sus sucesoras, entre ellas, Puentelarrá;
aunque la postulación mirandesa ha sido siempre
firme, y en Miranda se daba por segura: en las calles
de la ciudad pueden verse testimonios de ese nombre.
Como es natural en estos casos, las diversas fases de
ocupación y desarrollo humanos se reflejan en estas
investigaciones arqueológicas. En las zonas excavadas,
han aparecido numerosos restos: murallas, torreones,
puertas de acceso, edificios, silos; algunos de
esos restos son monumentales, por ejemplo, una muralla
celta de 5 metros y medio de anchura, un puente
grandioso y muy original, así como un foso de grandes
dimensiones. Igualmente aparece la planificación
romana “terra sigillata hispánica”. La parte hasta
ahora más conocida es la más inmediata al actual
poblado, lo que hace ver que el mismo se halla totalmente
situado en pleno yacimiento. En concreto, se
trata de un amplio yacimiento arqueológico de gran
valor histórico; que, de momento, permite conocer la
evolución urbanística de la antigua ciudad con anterioridad
al s. II a.C. y hasta el s. II d.C. Fue punto
esencial en la defensa de este territorio.
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