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La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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<strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

colmena y <strong>de</strong> la asamblea <strong>de</strong> <strong>las</strong> obreras. Lo más sorpren<strong>de</strong>nte, cuando<br />

se sigue con la mirada en una colmena <strong>de</strong> cristales, la marcha <strong>de</strong> esos<br />

acontecimientos, es que jamás se observa la menor vacilación, la más<br />

mínima división.<br />

No se halla señal alguna <strong>de</strong> discordia o <strong>de</strong> discusión. Reina exclusivamente<br />

una unanimidad preestablecida, tal es la atmósfera <strong>de</strong> la<br />

ciudad y cada abeja parece saber <strong>de</strong> antemano lo que han <strong>de</strong> pensar <strong>las</strong><br />

<strong>de</strong>más. Sin embargo, el momento es uno <strong>de</strong> los más graves para el<strong>las</strong>:<br />

aquel es, hablando con propiedad, el minuto vital <strong>de</strong> la ciudad. Deben<br />

elegir entre tres o cuatro partidos que, tendrán consecuencias lejanas,<br />

totalmente distintos y que una pequeñez pue<strong>de</strong> hacer funestos. Tienen<br />

que conciliar la pasión en el <strong>de</strong>ber innato <strong>de</strong> la multiplicación <strong>de</strong> la<br />

especie con la conservación <strong>de</strong> la casta y sus vástagos. Algunas veces<br />

se equivocan, lanzan sucesivamente tres o cuatro enjambres que <strong>de</strong>bilitan<br />

por completo la ciudad madre y que, <strong>de</strong>masiado débiles también<br />

para organizarse lo bastante, pronto, sorprendidos por nuestro clima<br />

que no es el suyo <strong>de</strong> origen, <strong>de</strong>l que <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> conservan el recuerdo a<br />

pesar <strong>de</strong> todo, sucumben a la entrada <strong>de</strong>l invierno. Son víctimas, entonces,<br />

<strong>de</strong>, lo que se llama la «fiebre, <strong>de</strong> la enjambrazón,» que. es,<br />

como la fiebre común, una especie <strong>de</strong> reacción <strong>de</strong>masiado ardiente <strong>de</strong><br />

la <strong>vida</strong>, reacción que va más allá <strong>de</strong> su objeto, cierra el círculo y encuentra<br />

la muerte.<br />

Ninguna <strong>de</strong> <strong>las</strong> resoluciones que van a tomar parece imponerse, y<br />

si el hombre permanece como simple espectador, no pue<strong>de</strong> prever la,<br />

que elegirán. Pero lo que <strong>de</strong>muestra que la elección es siempre razonada,<br />

es que el hombre pue<strong>de</strong> influir en ella, hasta <strong>de</strong>terminarla, modificando<br />

ciertas circunstancias, disminuyendo o aumentando, por<br />

ejemplo, el espacio que, acuerda, sacando panales llenos <strong>de</strong> miel para<br />

substituirlos con panales, vacíos pero provistos <strong>de</strong> celdas <strong>de</strong> obreras.<br />

Trátase, pues, no <strong>de</strong> que sepan si han <strong>de</strong> lanzar en seguida un segundo<br />

o un tercer enjambre, podría <strong>de</strong>cirse que eso no era más que una<br />

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V

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