La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
sepa en virtud <strong>de</strong> qué reg<strong>las</strong>, ni por quién, ni cómo. Son tranqui<strong>las</strong> e<br />
inflexiblemente fieles a él, y aunque Me haya preocupado <strong>de</strong> repetir<br />
muchas veces el experimento, empolvando con materias colorantes<br />
algunas <strong>de</strong> esas «cenicientas» resignadas, que se reconocen fácilmente<br />
por su andar serio y algo pesado en medio <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong>, fiesta, muy<br />
rara vez he encontrado alguna en la embriagada, multitud <strong>de</strong>l enjambre.<br />
XVI<br />
Y sin embargo, el atractivo parece irresistible. Es el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong>l sacrificio,<br />
quizá inconsciente, or<strong>de</strong>nado por el dios; es la fiesta <strong>de</strong> la<br />
miel, la victoria <strong>de</strong> la raza y <strong>de</strong>l porvenir es el único día <strong>de</strong> júbilo, <strong>de</strong><br />
olvido y <strong>de</strong> locura es el único domingo <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong>. Se creería que es<br />
también el único día en que comen a satisfacción, en que *Conocen<br />
plenamente la dulzura <strong>de</strong>l tesoro que amontonan. Parecen prisioneras<br />
liberta<strong>de</strong>s y repentinamente transportadas a un país <strong>de</strong> exuberancia y<br />
<strong>de</strong> recreo. Se regocijan, no pue<strong>de</strong>n dominarse. El<strong>las</strong>, que no hacen<br />
jamás un movimiento falto <strong>de</strong> precisión o inútil, van, vienen, salen,<br />
entran, vuelven a salir para excitar a sus hermanas, para ver si la reina<br />
está pronta, para engañar y aturdir la espera. Vuelan mucho más alto<br />
que <strong>de</strong> costumbre, hacen vibrar en torno <strong>de</strong> la colmena el follaje <strong>de</strong> los<br />
altos árboles, No tienen ya temores ni cuidados. Ya no son bravías,<br />
suspicaces, recelosas, coléricas, agresivas, indomables. El hombre, el<br />
amo ignorado a quien no reconocen nunca y que no logra avasallar<strong>las</strong><br />
sino plegándose a todos sus hábitos <strong>de</strong> trabajo, respetando todas sus<br />
leyes, siguiendo paso a paso el surco que en la <strong>vida</strong> traza su inteligencia,<br />
siempre encaminado hacia el bien <strong>de</strong> mañana y que nada <strong>de</strong>sconcierta<br />
ni <strong>de</strong>svía <strong>de</strong> su objeto, el hombre pue<strong>de</strong> acercárseles, rasgar la<br />
cortina rubia y tibia que forman a su alre<strong>de</strong>dor sus ruidosos torbellinos,<br />
tomar<strong>las</strong> en la mano, recoger<strong>las</strong> como un racimo <strong>de</strong> frutas... son tan<br />
mansas, inofensivas como una nube <strong>de</strong> libélu<strong>las</strong> o <strong>de</strong> falenas, y aquel<br />
día, dichosas, no poseyendo nada ya, confiadas en el porvenir, y con tal<br />
<strong>de</strong>, que no se <strong>las</strong> separe <strong>de</strong> su reina que lleva ese porvenir consigo, se<br />
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