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La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

<strong>de</strong>be producir la temperatura favorable, a esa exudación el privilegio<br />

<strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> más jóvenes. Huber, el primero que <strong>las</strong> estudió con una<br />

paciencia increíble y a costa <strong>de</strong> peligros a veces serios, consagra a<br />

estos fenómenos más <strong>de</strong> doscientas cincuenta páginas interesantes pero<br />

forzosamente confusas. Yo, que no hago una obra técnica, me limitaré,<br />

valiéndome cuando sea necesario <strong>de</strong> lo que él observó, a relatar lo que<br />

pue<strong>de</strong> ver cualquiera que haya recogido un enjambre en una colmena<br />

con cristales.<br />

Confesemos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio que todavía no se sabe por medio<br />

<strong>de</strong> qué alquimia se transforma la miel en cera en el cuerpo lleno <strong>de</strong><br />

enigmas <strong>de</strong> nuestras <strong>abejas</strong> suspendidas. Se comprueba solamente que<br />

al cabo <strong>de</strong> dieciocho a veinticuatro horas <strong>de</strong> espera, en una temperatura<br />

tan elevada que se creería que ar<strong>de</strong>, una llama en el hueco <strong>de</strong> la colmena,<br />

aparecen unas escamitas blancas en la abertura <strong>de</strong> los cuatro pequeños<br />

bolsillos <strong>de</strong> cada lado <strong>de</strong>l abdomen <strong>de</strong> la abeja.<br />

Cuando la mayor parte <strong>de</strong>, <strong>las</strong> que forman el cono tienen ya el<br />

vientre galoneado con esas laminitas <strong>de</strong> marfil, se ve, <strong>de</strong> pronto que<br />

una, <strong>de</strong> el<strong>las</strong>, como asaltada por repentina inspiración, se <strong>de</strong>staca <strong>de</strong>, la<br />

multitud, trepa rápidamente a lo largo <strong>de</strong> la pasiva muchedumbre, hasta<br />

la cima interna <strong>de</strong> la cúpula, y se une sólidamente a ella, apartando a<br />

cabezazos a <strong>las</strong> compañeras que embarazan sus movimientos. Tomo,<br />

entonces con <strong>las</strong> patas y la boca una <strong>de</strong> <strong>las</strong> ocho placas que lleva en el<br />

vientre, la roe, la acepilla, la ablanda, la amasa con su saliva, la pliega<br />

y la en<strong>de</strong>reza, la ap<strong>las</strong>ta y la vuelve a formar, con la habilidad <strong>de</strong> un<br />

carpintero que manejara una tabla maleable. Por fin, cuando la substancia<br />

amasada <strong>de</strong> ese modo le parece <strong>de</strong> <strong>las</strong> dimensiones y la consistencia<br />

<strong>de</strong>seadas, la aplica a la cima, <strong>de</strong> la cúpula <strong>de</strong> la nueva ciudad,<br />

porque se trata <strong>de</strong> una ciudad al revés, que baja <strong>de</strong>l cielo y no se eleva<br />

<strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> la tierra como <strong>las</strong> ciuda<strong>de</strong>s humanas.<br />

Hecho esto, ajusta a esa clave <strong>de</strong> la bóveda suspendida en el vacío,<br />

otros fragmentos <strong>de</strong> cera que va tomando <strong>de</strong>, abajo <strong>de</strong> sus anillos<br />

<strong>de</strong> cuerno ; da al conjunto un lengüetazo final, un postrer golpe <strong>de</strong><br />

antenas, y luego, tan bruscamente como llegó, se retira y pier<strong>de</strong> entre la<br />

multitud.<br />

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