La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
instante en que permitieron la matanza <strong>de</strong> <strong>las</strong> reinas rivales. Pero, llegadas<br />
ahí, su instinto se <strong>de</strong>tiene; en su pru<strong>de</strong>ncia aparece una laguna.<br />
Se <strong>las</strong> diría, pues, indiferentes. Alzan la cabeza, reconocen quizá el<br />
mortífero testimonio <strong>de</strong> la fecundación, pero, todavía recelosas, no<br />
manifiestan la alegría que, nuestra imaginación aguardaba. Positivas y<br />
lentas para la ilusión, esperan probablemente otras pruebas antes <strong>de</strong><br />
regocijarse. No hay razón para tratar <strong>de</strong> hacer más lógicos y <strong>de</strong> humanizar<br />
hasta el extremo a esos pequeños seres tan diferentes <strong>de</strong> nosotros.<br />
Con <strong>las</strong> <strong>abejas</strong>, como con los <strong>de</strong>más animales que llevan consigo un<br />
reflejo <strong>de</strong>, nuestra inteligencia, rara vez se arriba a resultados tan precisos<br />
como los: que se <strong>de</strong>scriben en los libros. Demasiadas circunstancias<br />
permanecen <strong>de</strong>sconocidas. ¿Por qué mostrar<strong>las</strong> más perfectas <strong>de</strong> lo<br />
que son, diciendo lo que no es? Si algunos consi<strong>de</strong>ran que serían más<br />
interesantes si fuesen iguales a nosotros, es porque todavía no se forman<br />
una i<strong>de</strong>a exacta <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>be <strong>de</strong>spertar el interés <strong>de</strong> un espíritu<br />
sincero. El objeto <strong>de</strong>l observador no es asombrar sino compren<strong>de</strong>r, y<br />
tan curioso es señalar sencillamente <strong>las</strong> lagunas <strong>de</strong> una, inteligencia y<br />
todos los indicios <strong>de</strong> un régimen cerebral que difiere <strong>de</strong>l nuestro, como<br />
relatar maravil<strong>las</strong>.<br />
Sin embargo, la indiferencia no es unánime, y cuando la reina sofocada<br />
llega a la tablita <strong>de</strong> arribo, fórmanse algunos grupos que la<br />
acompañan al interior, en que el sol, héroe <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> fiestas <strong>de</strong> la<br />
colmena, penetra con pasos temerosos y empapa en sombra y azul <strong>las</strong><br />
pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cera y <strong>las</strong> cortinas <strong>de</strong> miel. Por otra parte, la recién casada<br />
no se turba más que, su pueblo, no hay cabida para numerosas emociones<br />
en su estrecho cerebro <strong>de</strong> reina práctica y cruel. No tiene más que<br />
una preocupación: librarse lo más pronto posible <strong>de</strong> los recuerdos importunos<br />
<strong>de</strong>l esposo que dificultan sus movimientos. Se sienta, en el<br />
umbral y arranca, con cuidado los órganos inútiles que <strong>las</strong> obreras van<br />
llevando para tirarlos lejos <strong>de</strong> allí; porque el macho le ha dado cuanto<br />
poseía y mucho más <strong>de</strong> lo necesario. Ella no conserva en su espermateca<br />
más que el líquido seminal don<strong>de</strong> nadan los millones <strong>de</strong> gérmenes<br />
que, hasta el día <strong>de</strong>, su muerte, bajarán uno por uno al paso <strong>de</strong> los huevecillos,<br />
á. realizar en la sombra <strong>de</strong> su cuerpo la unión misteriosa <strong>de</strong>l<br />
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