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La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

136<br />

XII<br />

Sentémonos sobre estos haces -continuó- y sigamos mirando. No<br />

rechacemos ninguno <strong>de</strong> los hechos <strong>de</strong> <strong>de</strong>talle que forman la realidad<br />

que he dicho. Dejemos que se alejen por sí mismo en el espacio. Atestan<br />

el primer término, pero hay que reconocer que tras ellos hay, una<br />

gran fuerza, bien admirable, que sostiene todo el conjunto. ¿Lo sostiene<br />

solamente? ¿no lo eleva? Esos hombres que vemos no son ya por<br />

entero los animales silvestres <strong>de</strong> <strong>La</strong> Bruyére que tenían algo como una<br />

voz articulada, y se retiraban por la noche a su cubil, don<strong>de</strong> vivían <strong>de</strong><br />

pan negro, agua y raíces ... <strong>La</strong> raza, me dirá usted, es menos fuerte y<br />

menos sana; es posible; el alcohol y el otro azote son acci<strong>de</strong>ntes que la<br />

humanidad tiene que <strong>de</strong>jar atrás, son quizá pruebas <strong>de</strong> <strong>las</strong> que algunos<br />

<strong>de</strong> nuestros órganos, los órganos nerviosos, por ejemplo, sacarán provecho,<br />

porque vemos regularmente que la <strong>vida</strong> aprovecha <strong>de</strong> los males<br />

que sobrelleva. Por lo <strong>de</strong>más, cualquier cosa que pue<strong>de</strong> encontrarse<br />

mañana bastará para hacerlos inofensivos. No es eso, pues, lo que nos<br />

obliga a restringir nuestra mirada. Esos hombres tienen pensamientos<br />

que aun no tenían los <strong>de</strong> <strong>La</strong> Bruyère.»<br />

-Prefiero la bestia sencilla y <strong>de</strong>snuda a la odiosa semibestiamurmuré.<br />

-Habla usted así, <strong>de</strong> acuerdo con la primera apariencia, la <strong>de</strong> los<br />

poetas, que hemos visto ya, -replicó. -No la mezclemos con la que<br />

estamos examinando. Esas i<strong>de</strong>as y esos sentimientos son estrechos y<br />

bajos, si usted quiere, pero lo que es pequeño y bajo es ya mejor que lo<br />

que no es nada. No se sirven <strong>de</strong> ellos sino para perjudicarse y persistir<br />

en la medianía en que se hallan; pero así suce<strong>de</strong> muy a menudo en la<br />

Naturaleza. Los dones que ésta acuerda no sirven en un principio sino<br />

para el mal, para empeorar lo que parecía querer mejorar; pero, al fin<br />

<strong>de</strong> cuentas, <strong>de</strong> todo ese mal resulta siempre cierto bien. Por otra parte,<br />

no me empeño en probar el progreso; según el punto <strong>de</strong> que se le consi<strong>de</strong>re,<br />

es algo muy pequeño o muy gran<strong>de</strong>. Hacer un poco menos<br />

servil, un poco menos penosa la condición humana, es un punto enor-

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