www.elaleph.com Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis suelo y esa precisión eran ilusorios. Pero, que lo llamemos Dios, Provi<strong>de</strong>ncia, Naturaleza, Casualidad, Vida, Destino, el misterio continúa siendo el mismo, y todo lo que, nos han enseñado millares <strong>de</strong> años <strong>de</strong> experiencia, es que le <strong>de</strong>mos un nombre más vasto, más cercano a nosotros más flexible, más dócil a la expectativa y a lo imprevisto. Es el que lleva hoy y por eso nunca pareció más gran<strong>de</strong>. He ahí uno <strong>de</strong> los numerosos aspectos <strong>de</strong> la tercera apariencia, y esta es la última verdad. 138
www.elaleph.com <strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis LIBRO SEXTO <strong>La</strong> matanza <strong>de</strong> los zánganos Después <strong>de</strong> la fecundación <strong>de</strong> <strong>las</strong> reinas, si el cielo continúa claro y cálido el aire, si el polen y el néctar abundan en <strong>las</strong> flores, <strong>las</strong> obreras, por una especie <strong>de</strong> ol<strong>vida</strong>diza indulgencia, o quizá por excesiva previsión, toleran algún tiempo más la presencia importuna y ruinosa <strong>de</strong> los zanganos. Estos se conducen en la colmena como los pretendientes <strong>de</strong> Penélope en la casa <strong>de</strong> Ulises. Llevan en plena francachela y gau<strong>de</strong>amus, la ociosa existencia <strong>de</strong> amantes honorarios, pródigos y sin <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za; satisfechos, barrigones, llenan <strong>las</strong> avenidas, obstruyen los pasadizos, dificultan el trabajo, atropellan, son atropellados, y se les ve azorados, importantes, hinchados <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén, aturdidos y sin malicia, pero <strong>de</strong>spreciados con inteligencia, y segunda intención, inconscientes <strong>de</strong> la exasperación que va acumulándose contra ellos y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino que los aguarda. Eligen para dormitar a sus anchas el rincón más tibio <strong>de</strong> la morada, se levantan perezosamente para ir a chupar en <strong>las</strong> celdas abiertas la miel más perfumada, y mancillan con sus excrementos los panales que frecuentan. <strong>La</strong>s pacientes obreras miran el porvenir y reparan silenciosamente los <strong>de</strong>sperfectos. De mediodía a <strong>las</strong> tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, cuando la campiña azulada tiembla <strong>de</strong> fatiga feliz bajo la mirada invencible <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong> julio o <strong>de</strong> agosto, aparecen en el umbral. Llevan un casco formado <strong>de</strong> enormes per<strong>las</strong> negras, dos altos penachos animados, un jabón <strong>de</strong> terciopelo leonado y frotado <strong>de</strong> luz, una melena heroica, un cuádruple manto rígido y translúcido, hacen un ruido terrible, apartan <strong>las</strong> centine<strong>las</strong>, <strong>de</strong>rriban a <strong>las</strong> ventiladoras, tropiezan con <strong>las</strong> obreras que llegan cargadas <strong>de</strong> botín. Tienen el andar atareado, extravagante e intolerante <strong>de</strong> dioses indispensables que salen en tumulto a cumplir algún gran <strong>de</strong>sig- 139 I