La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
begging argument y que también podría llamarse «el argumento insaciable»<br />
es <strong>de</strong> los más peligrosos, y aplicado al hombre nos llevaría muy<br />
lejos. Bien consi<strong>de</strong>rado emana <strong>de</strong> ese «simple buen sentido» que hace<br />
a menudo tanto daño y que, contestaba a Galileo: «No es la tierra la<br />
que gira, puesto que veo el sol que marcha por el cielo, remonta por la<br />
mañana y <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> por la tar<strong>de</strong>, y nada pue<strong>de</strong> prevalecer sobre el<br />
testimonio <strong>de</strong> mis ojos.» El buen sentido es excelente y necesario en el<br />
fondo <strong>de</strong> nuestro espíritu, pero con la condición <strong>de</strong> que lo vigile una<br />
inquietud elevada, y le recuer<strong>de</strong> en caso necesario lo infinito <strong>de</strong> su<br />
ignorancia; <strong>de</strong> otro modo no es más que la rutina <strong>de</strong> <strong>las</strong> partes inferiores<br />
<strong>de</strong> nuestra inteligencia. Pero <strong>las</strong> mismas <strong>abejas</strong> han contestado a la<br />
objeción <strong>de</strong> Kirby y Spence. Apenas se había formulado, cuando otro<br />
naturalista, Andrew Knight, que había untado con una especie <strong>de</strong> barniz<br />
hecho <strong>de</strong> cera y trementina la corteza enferma <strong>de</strong> ciertos árboles,<br />
observó que sus <strong>abejas</strong> renunciaban por completo a cosechar propóleos<br />
y no hacían uso sino <strong>de</strong> aquella materia <strong>de</strong>sconocida, pero inmediatamente<br />
probada y adoptada, que hallaban lista ya y en abundancia en los<br />
alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> su mansión.<br />
Por lo <strong>de</strong>más, la mitad <strong>de</strong> la ciencia y la práctica apíco<strong>las</strong> es el<br />
arte <strong>de</strong> dar a<strong>las</strong> al espíritu <strong>de</strong> iniciativa <strong>de</strong> la abeja, procurar a su inteligencia<br />
empren<strong>de</strong>dora la oportunidad <strong>de</strong> ejercer y hacer verda<strong>de</strong>ros<br />
<strong>de</strong>scubrimientos, verda<strong>de</strong>ras invenciones. Así, cuando el polen escasea,<br />
en <strong>las</strong> flores y para cooperar a la cría <strong>de</strong> <strong>las</strong> larvas y <strong>las</strong> ninfas que lo<br />
consumen en cantidad enorme, los apicultores esparcen harina en <strong>las</strong><br />
cercanías <strong>de</strong> la colmena. Es evi<strong>de</strong>nte que, en el estado natural en el<br />
seno <strong>de</strong> sus bosques natales o <strong>de</strong> los valles asiáticos, en que probablemente,<br />
vieron la luz en la época terciaria, <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> no encontraron<br />
substancia alguna <strong>de</strong> ese género. No obstante, si se ha cuidado <strong>de</strong> «cebar»<br />
algunas, poniéndo<strong>las</strong> sobre la harina esparcida, éstas la palpan, la<br />
gustan, reconocen sus cualida<strong>de</strong>s más o menos equivalentes a <strong>las</strong> <strong>de</strong>l<br />
polvillo <strong>de</strong> <strong>las</strong> antenas, vuelven a la colmena, anuncian la noticia a sus<br />
hermanas, y <strong>las</strong> recolectoras acu<strong>de</strong>n al punto adon<strong>de</strong> se halla aquel<br />
alimento inesperado e incomprensible, que en su memoria hereditaria<br />
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