La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
XXVI<br />
En cuanto al afecto personal <strong>de</strong> que hablábamos, y para terminar<br />
con ese punto, si bien es probable que exista, es también seguro que la<br />
memoria <strong>de</strong> la abeja es corta, y si pretendéis reponer en su reino a una<br />
madre, <strong>de</strong>sterrada durante algunos días, sus enfurecidas hijas, la recibirán<br />
<strong>de</strong> tal modo que será necesario apresurarse, a arrancarla <strong>de</strong>l encarcelamiento<br />
mortal, castigo <strong>de</strong> <strong>las</strong> reinas <strong>de</strong>sconocidas. Es que han<br />
tenido tiempo <strong>de</strong> transformar en celdas, reales una <strong>de</strong>cena <strong>de</strong> habitaciones<br />
obreras, y el porvenir <strong>de</strong> la raza no corre ya, peligro alguno. Su<br />
cariño crece o disminuye, según represente o no la reina ese porvenir,<br />
S. Simmins, director <strong>de</strong>l gran colmenar <strong>de</strong> Rotting<strong>de</strong>an, ha <strong>de</strong>scubierto últimamente<br />
otro procedimiento <strong>de</strong> introducción, sencillísimo, que casi siempre<br />
sale bien y que va generalizándose entre los apicultores que se preocupan <strong>de</strong> su<br />
arte. Lo que por lo común hace tan difícil esa introducción, es la actitud <strong>de</strong> la<br />
reina. Se azora, huye, se oculta, se porta como una intrusa, <strong>de</strong>spierta sospechas<br />
que el examen <strong>de</strong> <strong>las</strong> obreras no tarda en confirmar. Simmins la aisla en un<br />
principio, por completo, y la hace ayunar durante media hora antes <strong>de</strong> introducirla.<br />
Levanta en seguida un rincón <strong>de</strong> la cubierta interna <strong>de</strong> la colmena huérfana,<br />
y <strong>de</strong>posita la reina extraña en lo alto <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los panales. Desesperada<br />
por su aislamiento anterior, la reina se siente feliz al hallarse entre otras <strong>abejas</strong>,<br />
y hambrienta acepta á<strong>vida</strong>mente loa alimentos que se le ofrecen. <strong>La</strong>s obreras,<br />
engañadas por esta confianza, no investigan, se imaginan probablemente que<br />
ha vuelto la antigua reina, y la acogen con alegría. Parece resultar <strong>de</strong> este<br />
experimento que, contra la opinión <strong>de</strong> Huber y <strong>de</strong> todos los observados, <strong>las</strong><br />
<strong>abejas</strong> no son capaces reconocer a su reina. Sea como sea, <strong>las</strong> dos explicaciones,<br />
igualmente plausibles- aunque quizá se encuentre la verdad en nuestra<br />
tercera que aún no hemos conocido,- <strong>de</strong>muestran una vez más cuán compleja y<br />
obscura es la psicología <strong>de</strong> la abeja. Y <strong>de</strong> ésta, como <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> cuestiones <strong>de</strong><br />
la <strong>vida</strong>, no hay más que una conclusión que sacar- que es necesario, mientras<br />
no tengamos algo mejor, que la curiosidad reine en nuestro corazón.<br />
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