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La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

huevos sean completamente iguales a los <strong>de</strong> obreras. Ahora, al revés <strong>de</strong><br />

lo que suce<strong>de</strong> en la transformación <strong>de</strong>, una obrera en reina, lo que<br />

<strong>de</strong>termina este cambio no es ni la forma ni la capacidad <strong>de</strong>l alvéolo,<br />

porque <strong>de</strong> un huevo puesto en una celda gran<strong>de</strong> y transportado en seguida<br />

a una celda <strong>de</strong> obrera, nacerá un macho más o menos atrofiado,<br />

pero indiscutible (he logrado operar cuatro o cinco veces este cambio,<br />

bastante difícil a causa <strong>de</strong> la pequeñez micróscopica y la extremada<br />

fragilidad <strong>de</strong>l huevo). Necesario es, pues, que la reina, cuando pone,<br />

tenga la facultad <strong>de</strong> reconocer o <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminar el sexo <strong>de</strong>l huevo que<br />

<strong>de</strong>posita, y apropiarlo al alvéolo en que lo <strong>de</strong>ja. Raro es que se equivoque.<br />

¿Cómo hace? ¿Cómo separa entre los millares y millares <strong>de</strong><br />

huevecillos que contienen sus ovarios, los machos <strong>de</strong> <strong>las</strong> hembras, y<br />

cómo bajan a su voluntad al único oviducto?<br />

Henos aquí, <strong>de</strong> nuevo, en presencia <strong>de</strong>, otro <strong>de</strong> los enigmas <strong>de</strong> la<br />

colmena, y <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los más impenetrables. No se ignora que la reina,<br />

aún virgen, no es estéril, pero que, en ese estado sólo pue<strong>de</strong> poner<br />

huevos <strong>de</strong> machos. Sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la fecundación <strong>de</strong>l vuelo nupcial,<br />

produce a su elección obreras o zánganos. A consecuencia <strong>de</strong>l vuelo<br />

nupcial, queda <strong>de</strong>finitivamente falta <strong>de</strong> el<strong>las</strong> en posesión, hasta la<br />

muerte, <strong>de</strong> los espermatozoarios arrancados a su infeliz amante. Esos<br />

espermatozoarios, cuyo número calcula el doctor Leuckart en veinticinco<br />

millones, se conservan vivos en una glándula especial situada<br />

bajo los ovarios, a la entrada <strong>de</strong>l oviducto, y que se llama espermateca.<br />

Se supone que la estrechez <strong>de</strong>l orificio <strong>de</strong> <strong>las</strong> pequeñas celdas y la<br />

forma <strong>de</strong> dicho orificio que obliga a la reina a encorvarse y sentarse,<br />

ejerce cierta presión sobre la espermateca, presión que hace salir los<br />

espermatozoarios para fecundar el huevecillo a su paso. Esa presión<br />

pue<strong>de</strong> no ejercerse en <strong>las</strong> celdas gran<strong>de</strong>s y no hacer entreabrir la espermateca.<br />

Otros, por el contrario, opinan que, la reina gobierna realmente<br />

los músculos que abren o cierran la espermateca sobre la vagina,<br />

y en efecto, estos músculos son numerosísimos y tan po<strong>de</strong>rosos como<br />

complicados. Sin querer resolver cuál <strong>de</strong> estas dos hipótesis es la mejor,<br />

porque cuanto más se a<strong>de</strong>lanta y observa, mejor se ve que uno no<br />

es más que un náufrago en el océano hasta ahora tan <strong>de</strong>sconocido <strong>de</strong>, la<br />

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