La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
convulsiones <strong>las</strong> rozan, y a los gritos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación que se exhalan<br />
en torno suyo. Y cuando el panal esté vacío, para que nada se pierda,<br />
para recoger la miel pegada a <strong>las</strong> víctimas, subirán tranquilamente<br />
sobre <strong>las</strong> muertas y <strong>las</strong> heridas, sin moverse por la presencia <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />
unas ni pensar en socorrer a <strong>las</strong> otras. No tienen, pues, en este caso, ni<br />
la noción <strong>de</strong>l peligro que corren, porque la muerte que se siembra, en<br />
re<strong>de</strong>dor suyo no <strong>las</strong> perturba, ni el menor sentimiento <strong>de</strong> solidaridad o<br />
<strong>de</strong> compasión. En cuanto al peligro, la cosa se explica; la abeja no<br />
conoce el miedo, y nada la asusta en el mundo, salvo el humo. Al salir<br />
<strong>de</strong> la colmena aspira al mismo tiempo que el ambiente la longanimidad<br />
y la con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia. Se aparta, ante quien la incomoda, afecta ignorar<br />
la existencia <strong>de</strong>i quien no la siga <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> cerca. Diríase que sabe<br />
que se halla en un universo perteneciente a todos, en que cada cual<br />
tiene <strong>de</strong>recho a su sitio, en que conviene ser discreto y pacifico. Pero<br />
bajo esta indulgencia se oculta apaciblemente un corazón tan seguro <strong>de</strong><br />
sí mismo que no piensa en ostentarse. <strong>La</strong> abeja hace un ro<strong>de</strong>o si alguien<br />
la amenaza, pero no huye jamás. Por otra parte, en la colmena no<br />
se limita a esta pasiva ignorancia <strong>de</strong>l peligro. Se lanza con inaudita<br />
impetuosidad contra todo ser viviente, hormiga, león ú hombro, que se<br />
atreve a rozar el arca santa. Llamémoslo, según nuestra disposición <strong>de</strong><br />
espíritu, cólera, encarnizamiento estúpido, o heroísmo...<br />
Pero nada hay que <strong>de</strong>cir sobre su falta <strong>de</strong> solidaridad y hasta, <strong>de</strong><br />
simpatía en la colmena.<br />
¿Debe creerse que haya <strong>de</strong> estos límite uno imprevisto en toda<br />
especie <strong>de</strong> inteligencia, y que la llamita que emana trabajosamente <strong>de</strong>l<br />
cerebro a través <strong>de</strong> la, difícil combustión <strong>de</strong> tantas materias inertes, sea<br />
siempre tan vacilante que no ilumine bien un punto sino en <strong>de</strong>trimento<br />
<strong>de</strong> muchos otros? Pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse que la abeja, o la Naturaleza en<br />
la abeja, ha organizado <strong>de</strong> una manera más perfecta que en cualquier<br />
otro ser, el trabajo en común, el culto y el amor <strong>de</strong>l porvenir. ¿Pier<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong> vista por esa razón todo lo <strong>de</strong>más? Aman <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> el<strong>las</strong>, y nosotros<br />
amamos sobre todo en torno a nosotros. Quizá baste con amar aquí<br />
para no tener amor que gastar allá... Nada es más variable que la dirección<br />
<strong>de</strong> la caridad o <strong>de</strong> la compasión. A nosotros mismos, en otro tiem-<br />
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