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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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* * *<br />

Días después Caraí Gervasio Aguirre apareció temprano, en la entrada de mi carpa.<br />

-¡Amigo! -me dijo como saludo-. ¡Qué bien lo hemos pasado la otra tarde!<br />

-¡Caraí Aguirre! -exclamé sonriendo cortésmente.<br />

-No: usted no me llame Caraí Aguirre. ¡Yo soy para usted solamente Gervasio Aguirre,<br />

su vecino y servidor!<br />

(No lejos de mi carpa, vi a Toribio Vera y a Antenor Frutos listos para entrar en acción<br />

si fuera necesario). [26] [27]<br />

El patriarca y su anatema<br />

Don Francisco Arias, hijo mayor de campesinos acomodados y muy devotos, y hermano<br />

de cuatro muchachas robustas y de buen parecer, prostituidas en plena adolescencia,<br />

resolvió consagrar su vida a la virtud. Sus cuatro hermanas rameras o semirrameras habían<br />

deshonrado a la familia no por necesidad sino por vergonzosa lujuria. Don Francisco creyó<br />

recibir un mensaje <strong>del</strong> cielo, más de una vez, en su primera juventud. En sueños alguien le<br />

dijo que tuviera solamente una mujer y que se cuidara de las demás. Él debía fundar una<br />

familia de Arias temerosos de Dios y de conducta impecable. Don Francisco, pues, cuando<br />

todavía era Francisco a secas, al conocer a María <strong>del</strong> Rosario Cuevas, Hija de María, no<br />

tuvo dudas de que ella era la única mujer que debería ser suya. <strong>La</strong> conoció en una procesión<br />

de Semana Santa. Como Hija de María, una medallita llevaba ella sobre el casto pecho<br />

colgada de una cinta de seda rosa.<br />

Con timidez, con respeto, sin atreverse a mirarla a los ojos y menos aún <strong>del</strong>eitarse en la<br />

apreciación visual de un cuerpo bien formado, de firmes senos y bien torneadas piernas,<br />

Francisco le habló de su ilusión de formar una familia ejemplar. A María <strong>del</strong> Rosario<br />

Cuevas la impresionó hondamente lo que le dijo aquel buen mozo, labrador de tierras<br />

fértiles y de figura varonil nada común en aquellos pagos y acaso en muchos otros.<br />

Él y ella sabían leer y escribir y sabían el catecismo mejor que todos los mozos y mozas<br />

<strong>del</strong> lugar. <strong>La</strong> única maestra <strong>del</strong> pueblo, Isabel Gómez, la que los había [28] alfabetizado,<br />

beata muy piadosa, presidenta o directora o algo así de las Hijas de María, había infundido<br />

en ambos aunque en años diferentes un parecido fervor religioso. Francisco Arias y María<br />

<strong>del</strong> Rosario Cuevas se casaron en la iglesita <strong>del</strong> pueblo un Domingo de Resurrección. <strong>La</strong><br />

suerte quiso que un prestigioso obispo, en gira pastoral por la comarca, les diera la<br />

bendición.<br />

El escenario rural de los amores de Francisco y María <strong>del</strong> Rosario, de los amores y de<br />

los frutos de sus amores cabe decir -porque estos fueron diecisiete hijos, diez varones y

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