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La doma del jaguar - Biblioteca Virtual Universal

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«Desde Potosí, gracias a la Cruz Roja, ha llegado a mis manos algo que he pedido para<br />

usted. Acepte la sortija que la señora de Velázquez le va a entregar en mi nombre: estuvo<br />

cuatro siglos en mi familia y me la dio mi padre el día que obtuve mi despacho de<br />

teniente.»<br />

Cuando terminé de leer la carta, la señora de Velázquez me entregó una cajita de<br />

gastado terciopelo. Al abrirla, chispeó ante mis ojos un gran diamante.<br />

-Eso vale más que una condecoración -dijo sonriendo la señora-. Y viene de un<br />

enemigo.<br />

-¿Y las botas? -pregunté-. ¿Se las llevó el mayor?<br />

-Bermúdez fue de los primeros en volver a su país. El día en que vino a despedirse, el<br />

mayor se sentó en el mismo sillón en que usted está sentado. Sus botas brillaban tanto que<br />

parecían de metal.<br />

1962 [78] [79]<br />

Cuadros póstumos<br />

Vivieron muchos años en un caserón colonial que ella heredó de sus padres y que él,<br />

arquitecto, embelleció sin desvirtuarle el carácter de prestigiosa antigüedad. Tenía el<br />

caserón unas doce habitaciones de anchas paredes que daban, todas, a un extenso patio<br />

cuadrangular. Allí crecían altos árboles que, en sucesivos meses, como por turno, se<br />

cubrían de flores amarillas, rosadas, blancas, según la especie de cada uno. Si Noemí<br />

heredó el caserón colonial, él, Adolfo, heredó a doña Gertrudis, más conocida como Ña<br />

Gertrú. Ña Gertrú fue traída a la casa grande acompañada de un pariente ya viejo aunque<br />

todavía fuerte, Froilán Ramírez, jardinero de oficio.<br />

Noemí toleraba a Ña Gertrú porque Ña Gertrú resultó indispensable. Ex nodriza de<br />

Adolfo, luego ama de llaves y encargada <strong>del</strong> gobierno y economía de la familia venida a<br />

menos de Adolfo, era de una laboriosidad infatigable. Demasiado adicta a Adolfo, inspiraba<br />

a Noemí un mal disimulado despecho. Se decía que era médium, que había actuado de<br />

médium en séances de unos espiritistas ingleses, prestada a estos por los padres de Adolfo,<br />

años atrás. Ña Gertrú, devota, rezaba todos los días su rosario. Pero se comunicaba con los<br />

espíritus. Se decía también que el viejo Froilán, aunque semiesclerótico, era activo<br />

espiritista formado por aquellos ingleses. El jardinero -nadie, ni él mismo sabía su edad-<br />

vivía absorto en su trabajo, gracias al cual el gran patio cuadrangular se había convertido en<br />

una serie de jardines paralelos de estilos diferentes. [80]<br />

Noemí se preciaba de pintora, de «pintora de oído» -decía- porque nunca había<br />

estudiado pintura. Los dos, marido y mujer, no sólo ella, eran «pintores de oído». Pero<br />

Adolfo tenía verdadero talento al paso que Noemí sólo comenzaría a pintar pasablemente y

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